Hacia el año 1512 Fernando el Católico decidió que en lo alto de una colina cercana al vado de Behobia se levantara un castillo capaz de prevenir que las tropas francesas atravesaran el río Bidasoa. En 1518 parece que ya había sido levantado y su tenencia encomendada a Hernán Pérez de Yarza (1518-1521).
Durante la Guerra de las Comunidades Gazteluzar fue tomado (1521) por las tropas del Almirante Bonnivet y posteriormente recuperado. Los duros combates en los que se vio inmerso causaron en él graves desperfectos que unidos a su discutible posición estratégica forzaron a que Carlos V ordenara su derribo en 1539, aunque éste no se llevó a cabo hasta 1542. La mayor parte de los sillares resultantes de su desmantelamiento se aplicaron en la mejora de las murallas de Hondarribia. A partir de este momento sus ruinas acogieron coyunturalmente diversas fortificaciones pasajeras o alguna vivienda.
La principal peculiaridad de la fortificación diseñada por Diego de Vera es su planta triangular, formada por tres cortinas de 22 m de largo y 5 m de grueso confeccionadas con mampostería caliza (piedra sin trabajar de tamaño reducido) cementada con cal y revestida de sillería (piedra labrada). En los ángulos se insertaban cubos de planta circular de 21 m de diámetro exterior.
En la parte baja de las cortinas se abrían tres troneras (aberturas en el muro que permitían el disparo) y a unos 6 m de altura otras dos, que tuvieron que corresponderse con un segundo piso. A ellas era preciso sumar las troneras que cada cubo aportaba a la defensa. El acceso al castillo se realizaba por medio de una puerta abierta en la cortina meridional.
Actualmente se conservan dos lienzos (NW y S) en toda su longitud y en gran parte de su altura (unos 9 m). El tercer lienzo (E) se presenta prácticamente arrasado. Perdura también la parte inferior de uno de los cubos (SE), así como algunos sectores de los otros dos.