Si queremos imaginarnos a los habitantes de los poblados de la Edad del Hierro tenemos que recurrir a los textos de Estrabón. En su "Geografía", escrita entre los años 29 y 7 antes de nuestra Era y posteriormente retocada en parte en el año 18 de nuestra Era, de forma poco precisa nos los dibuja del siguiente modo:
Todos estos habitantes de la montaña son sobrios: no beben sino agua, duermen en el suelo y llevan cabellos largos al modo femenino, aunque para combatir se ciñen la frente con una banda. Comen principalmente carne de cabrón; a Ares sacrifican cabrones y también cautivos y caballos; suelen hacer hecatombes de cada especie de víctima, al uso griego, y por decirlo al modo de Píndaro "inmolan todo un centenar". Practican luchas gymnicas, hoplíticas e hípicas, ejercitándose para el pugilato, la carrera, las escaramuzas y las batallas campales. En las dos terceras partes del año los montañeses no se nutren sino de bellotas que, secas y trituradas, se muelen para hacer pan, el cual puede guardarse durante mucho tiempo. Beben cerveza y el vino, que escasea, cuando lo tienen se consume enseguida en los grandes festines familiares. En lugar de aceite usan manteca. Comen sentados sobre bancos construidos alrededor de las paredes, alineándose en ellos según sus edades y dignidades; los alimentos se hacen circular de mano en mano; mientras beben, danzan los hombres al son de flautas y trompetas, saltando en alto y cayendo en genuflexión. En Bastetania las mujeres bailan también mezcladas con los hombres, unidos unos y otros por las manos. Los hombres van vestidos de negro, llevando la mayoría el ságos con el cual duermen en su lecho de paja. Usan de vasos labrados de madera, como los celtas. Las mujeres llevan vestidos con adornos florales. En el interior, en lugar de moneda practican el intercambio de especies o dan pequeñas láminas de plata recortadas. A los criminales se les despeña, y a los parricidas se les lapida, sacándolos fuera de los límites de su patria o de su ciudad. Se casan al modo griego. Los enfermos como se hacía en la Antigüedad entre los egipcios se exponen en los caminos para ser curados por los que han sufrido la misma enfermedad. Antes de la expedición de Bruto, no tenían más que barcas de cuero para navegar por los estuarios y marismas; pero hoy usan ya embarcaciones hechas de un tronco de árbol, aunque su uso aún es raro... Así viven estos montañeses que, como dije, son los que habitan en el lado septentrional de Iberia; es decir, los Kallaikoi, Astoures y Kantabroi, hasta los Ouaskones y el Pyréne, todos los cuales tienen el mismo modo de vivir". (III.3.7.).
Las investigaciones arqueológicas llevadas a cabo en los yacimientos fortificados protohistóricos han ido proporcionando nuevas informaciones que nos ayudan mejor a descubrir como era la vida cotidiana de estos antepasados que ocupaban el territorio de Gipuzkoa. Importantes transformaciones en el campo de la agricultura y ganadería, la introducción de nuevas tecnologías como la que va a permitir la fabricación del hierro o la elaboración de cerámicas de mayor calidad, los avances en las técnicas constructivas, así como la intensificación de las relaciones comerciales, entre otras, nos ponen ante unas sociedades bien organizadas y en pleno desarrollo.
Documentada ya a partir del Neolítico en cuevas como la vizcaína de Kobaederra (J.J. Ibáñez, et alii, 1998) y en momentos posteriores en dólmenes como el guipuzcoano de Zorroztarri (J.A. Mujika, 1991), la práctica de la agricultura es una de las principales actividades a lo largo de la Protohistoria tal y como se desprende de lo restos materiales hallados y de los estudios practicados en un gran número de poblados en el continente europeo; las investigaciones desarrolladas en las dos últimas décadas en Gipuzkoa confirman su implantación en este territorio, asentándose de forma progresiva y llevándose a cabo cada vez un más adecuado aprovechamiento de los terrenos que poco a poco van siendo recuperados al bosque y al matorral.
Comienzan a ser frecuentes en estos momentos elementos fabricados en piedra, cerámica o metal así como restos de especies vegetales, principalmente en las zonas de máxima actividad humana, dentro de las viviendas o en sus proximidades, y que nos proporcionan informaciones precisas sobre el desarrollo de estas labores.
Los molinos de piedra barquiformes ya venían utilizándose desde etapas anteriores en la práctica de la agricultura; dentro de los poblados de la Edad del Hierro son elementos habituales, contando en Gipuzkoa con piezas como las de los poblados de Intxur y Basagain. El molino circular, de posterior introducción, también está representado en el segundo de los yacimientos. Estos utensilios permitirán elaborar harinas a partir del grano de los cereales o de las bellotas.
Es frecuente la aparición de vasijas de considerables proporciones aptas para el almacenamiento de diferentes productos, entre ellos las gramíneas; estas piezas cerámicas fabricadas a mano o a torno ocupan en ocasiones lugares específicos en el interior de las viviendas, constituyendo pequeños almacenes. Los recipientes elaborados a mano están presentes en todos los yacimientos.
Paralelamente, se constata una notable evolución con respecto a períodos anteriores en lo que se refiere a instrumentales diversos y aperos de labranza; la introducción de la metalurgia del hierro ya avanzado el milenio posibilitará la fabricación de piezas en este metal de forma generalizada: en nuestros poblados se han encontrado en forma de hoz o reja de arado.
Pero el documento más directo de la práctica de la agricultura es el formado por las propias especies vegetales cultivadas en esos momentos. Así, disponemos de abundantes granos calcinados de cereales como la espelta, la cebada -vestida y desnuda- y el panizo, también de legumbres como el haba y el guisante. A todas estas plantas se les asocian otras de tipo silvestre como la avena loca, el bromo, el llantén y la zarza. Los restos de grano recogidos en el poblado de Intxur se localizaron en el interior de las viviendas datadas entre el 2.260±80 y el 2.070±80 antes del presente.
En algún caso se ha considerado la existencia de alternancia en los cultivos así como el posterior tratamiento de las semillas. Un buen aprovechamiento de la tierra va a requerir en ocasiones la rotación de cultivos tal y como debió suceder en el poblado de Intxur en el que se alternarán cereales con legumbres, practicándose las siembras en otoño-invierno y en primavera. En este mismo lugar se han recuperado semillas en una de las viviendas con un alto número de impurezas mientras que en otra próxima los granos estaban limpios, lo que demostraría tratamientos de éstos una vez cosechados. A partir de estos momentos la producción de cereales y leguminosas será fundamental en estos pueblos pudiendo obtener cosechas importantes de alto valor nutritivo y fáciles de almacenar para ser consumidas a lo largo del año, e incluso disponer de excedentes.
Por otra parte, una serie de plantas como el lino (Linum sp.), documentadas en algunos recintos como el de Intxur, serán tal vez utilizadas para la elaboración de tejidos junto a la lana, como sucede en numerosos poblados de este período.
El territorio guipuzcoano ofrece una considerable variedad de ambientes para el desarrollo de la ganadería; desde cotas cercanas al nivel del mar hasta cordales delimitadores de divisoria de aguas atlántico-mediterráneas pasando por un gran número de relieves intermedios, existen espacios aptos para ser ocupados por los rebaños a lo largo de las diferentes épocas del año.
Los poblados que conocemos hasta la fecha se sitúan en zonas de altura media, contando todos ellos en sus proximidades con relieves adecuados para la estancia del ganado. Los pastos más elevados, al igual que sucede en la actualidad, quedan reservados para los meses más cálidos, siendo por tanto utilizados de forma estacional.
La cabaña ganadera está formada en estos momentos por ovejas, cabras, vacas y cerdos principalmente, tal y como se desprende de los restos hallados en el poblado guipuzcoano de Basagain y en otros muchos próximos a este territorio. Sin embargo, y a pesar de no disponer de momento en Gipuzkoa de restos óseos salvo de las especies señaladas, con toda probabilidad utilizarán animales como el caballo, el asno, el perro y la gallina, estos últimos ya presentes en Araba en la Segunda Edad del Hierro dentro del poblado de La Hoya. La elevada acidez del terreno en algunos de los yacimientos excavados dificulta la conservación de los huesos.
El estudio de los pólenes recogidos en algunos de los poblados nos informa sobre los tipos de paisaje vegetal existente en las zonas más cercanas a estos recintos, apreciándose que la deforestación en el entorno de los lugares de habitación era algo habitual, motivada por un lado por la utilización de la madera y por otro por la necesidad de disponer de terrenos libres de arbolado para realizar labores agrícolas y contar con pastos para los rebaños. Una parte de este ganado, que pastará en las zonas más o menos próximas a los poblados, se desplazará a áreas más altas durante los meses de verano, como venía haciéndose a lo largo de culturas precedentes y cuya práctica ha continuado hasta nuestros días. Cordales como Aralar, Aizkorri o Ernio serán lugares de destino de pastores y rebaños de forma estacional, hecho éste que comienza a ser documentado arqueológicamente en zonas como Urbia (Ugalde, Tx.; et alii, 1992-93).
El desarrollo de la actividad ganadera pondrá a disposición de las gentes de la Edad del Hierro no solo productos alimenticios como la carne, la grasa, utilizada tal vez para diversos fines así como sustituto del aceite de oliva, o la leche, sino también materias primas como la lana, la piel o el cuerno con los que fabricarán tejidos y otros artículos básicos. Pero además contarán mediante la utilización de bueyes y caballos con fuerza de tiro que les permitirán llevar a cabo trabajos como arar la tierra, arrastrar carros o desplazarse de un lugar a otro.
La fabricación de quesos y de otra serie de derivados lácteos ya ha sido documentada en algunos yacimientos en los que el ganado está presente; para este fin se utilizarían tanto recipientes de cuero o madera como vasijas cerámicas con perforaciones, así como coladores.
Los rebaños de ovejas, frecuentes en este período, serán quienes proporcionarán la materia prima probablemente fundamental para la elaboración de prendas de vestir y otros tejidos. El hallazgo de restos de telares en las viviendas de diferentes poblados protohistóricos y los esporádicos restos de tejido así lo corroboran.
Aun cuando nos encontramos en un momento de pleno desarrollo dentro de una economía productora, se mantienen ciertas prácticas de etapas anteriores de tipo depredador que servirán de complemento a la alimentación de estas poblaciones. Paralelamente a la cría de ganado continuarán cazando ciertas especies animales para ser utilizadas en su mayor parte como alimento. Algo similar va a suceder con las especies vegetales, complementando las cosechas con la recolección de frutos y plantas que sirvan para su dieta alimenticia o en los casos de las hojas de zarzamora (Rubus fruticosus) y los frutos de saúco (Sambucus nigra) para desarrollar potencialmente actividades de tipo curativo.
No existen de momento testimonios de actividad cazadora en nuestros poblados si bien es un hecho en gran número de hábitats próximos a nuestro territorio, con lo que muy probablemente pueda documentarse su práctica en los próximos años, principalmente la caza del ciervo y del jabalí. Sin embargo esta actividad ha quedado relegada a un plano muy secundario dentro de los poblados de este período una vez asentada con fuerza la domesticación de diferentes especies animales.
En cuanto a la pesca, es conocida su práctica en diversos yacimientos de la Edad del Hierro utilizando para su práctica tanto anzuelos de bronce como posteriormente de hierro y tal vez redes; sin embargo, tampoco disponemos de documentos que permitan conocer algo respecto a esta actividad en este momento en los poblados guipuzcoanos.
Paralelamente a la práctica de la agricultura los habitantes de estos recintos fortificados continúan, como venía haciéndose desde los orígenes de la Prehistoria, recolectando diferentes especies vegetales que crecen de forma espontánea en zonas no excesivamente alejadas de sus lugares de vida cotidiana. Estrabón, en el texto ya referido, proporciona algún dato en este sentido: En las dos terceras partes del año los montañeses no se nutren sino de bellotas que, secas y trituradas, se muelen para hacer pan, el cual puede guardarse durante mucho tiempo.
Si bien estas referencias hay que tomarlas con cierta precaución lo cierto es que son frecuentes los restos de bellota en nuestros poblados (Buruntza, Basagain), pudiendo utilizarse como alimento complementario de los cereales y legumbres cultivadas, ya que si los cereales se recogen en verano, la bellota puede recolectarse a principios del otoño, ofreciendo cualidades nutritivas muy similares a las de los cereales, contando con carbohidratos, grasas, proteínas y fibra. Tal y como señala S. Mason (1995), la producción de una cosecha media de bellotas en el SW. de Península Ibérica es de unos 700 Kg/Ha. la del cereal tradicional es de 650 Kg/Ha.
Además de bellotas se han recolectado avellanas, ricas en aceites grasos y vitaminas, bayas de saúco y moras.
La fabricación del bronce va a continuar a lo largo del primer milenio si bien la introducción de la metalurgia del hierro relegará a ese metal a un segundo lugar.
A pesar de la escasez de recursos minerales para obtener bronce dentro de nuestro territorio es evidente su fabricación, plasmándose esta actividad en diferentes piezas recuperadas en los trabajos arqueológicos y obtenidas mediante la fundición del metal y la utilización de moldes. Probablemente debieron recurrir a relaciones comerciales con zonas metalúrgicas con el fin de disponer de lingotes o tortas de fundición así como amortizar viejas piezas o explotar los yacimientos propios aunque éstos fuesen pobres en mineral. Con este metal elaborarán una serie de instrumentos necesarios para el desarrollo de actividades así como armas y elementos de adorno.
La introducción de la metalurgia del hierro se cree que tuvo lugar en la cuenca del Ebro a partir del siglo VIII anterior al cambio de Era; no obstante gran parte de los materiales encontrados de este metal están fechados a partir del 500 antes de nuestra Era, aunque con anterioridad tal vez se habrían introducido una serie de objetos ya manufacturados a través de relaciones comerciales con zonas tecnológicamente más avanzadas.
Una vez adquiridos por parte de las gentes de los poblados los conocimientos tecnológicos y dominadas las diferentes fases del proceso metalúrgico del hierro comenzarán a producirlo, aun cuando este mineral no abunde en algunas de las zonas, al menos en cantidades considerables, por lo que tal vez tuvieron que recurrir a la explotación de pequeños yacimientos. El hallazgo de escorias de hierro en algunos recintos como Basagain y Munoaundi documentan esta actividad metalúrgica dentro de nuestro territorio.
De cualquier forma, la llegada del hierro va a significar que la mayor parte de los objetos metálicos se fabricarán en este metal mediante el forjado, quedando el bronce relegado para elaborar objetos de adorno principalmente, tales como fíbulas, pulseras o anillos. Por el contrario los utensilios para trabajar el campo como hoces, rejas de arado, objetos como cuchillos o tijeras, elementos para la construcción como clavos o grapas, o armas, se realizarán en hierro.
Algunas de estas piezas halladas en los poblados de Gipuzkoa están asociadas a fechas obtenidas por C14; así, una serie de objetos de hierro de Intxur se relacionan con dataciones del 2.030±80 y 2.260±80 antes de nuestros días, mientras que en el cercano poblado de Basagain otro grupo de elementos del mismo metal están en contextos fechados entre el 2.170±80 y el 2.360±120.
El considerable desarrollo que se ha producido tanto en la agricultura como en la ganadería, además de los importantes avances tecnológicos entre los que destaca la puesta en marcha de la metalurgia del hierro, van a propiciar unas producciones superiores a las de períodos precedentes, originándose en muchos casos excedentes. Estos productos sobrantes serán objeto de la actividad comercial lo que a su vez permitirá la obtención mediante compra o intercambio de otras materias. En la actualidad contamos con diferentes elementos que nos ponen sobre la pista de este comercio. Así, se han hallado en algunos poblados pesas metálicas con diversas marcas y de diferentes pesos. Es significativo el ponderal o conjunto de pesas correspondientes al poblado alavés de La Hoya con piezas en bronce y en hierro pertenecientes al nivel celtibérico. Entre los poblados guipuzcoanos disponemos de una pesa de bronce con una serie de marcas en su parte superior, recuperada en Munoaundi. Estos hallazgos nos demuestran además de la actividad comercial la posesión de conocimientos matemáticos comunes al grupo.
Algunas piezas fabricadas en vidrio encontradas en yacimientos guipuzcoanos como Intxur y Basagain nos ponen así mismo ante la posibilidad de la existencia de movimientos comerciales con otros lugares del continente europeo. La belleza de algunas de estas joyas nos dan una idea del nivel de desarrollo alcanzado por estas sociedades de agricultores y ganaderos de los últimos siglos de nuestra Prehistoria.
Dentro del apartado de objetos que llegarían a nuestro territorio a través de relaciones con poblaciones en ocasiones muy distantes, se sitúan los cuencos de oro hallados en Axtroki (Eskoriatza), fechados entre los años 850 y 500 antes de nuestra Era, de forma hemiesférica y decorados con motivos geométricos diversos, similares a los hallados en yacimientos centroeuropeos.
Son frecuentes los elementos de tipo arqueológico que documentan la existencia de conflictos armados a lo largo del período correspondiente al Bronce Final y Edad del Hierro, o al menos el riesgo potencial de los mismos. La destrucción violenta del poblado alavés de la Hoya, en una de sus fases de ocupación, es una buena prueba de ello.
Murallas y fosos son elementos constantes en los asentamientos hasta ahora conocidos; éstos, junto a las ubicaciones estratégicas y por lo general elevadas sobre las tierras circundantes apuntan a que nos hallamos ante gentes para las que la defensa juega un papel importante.
La deforestación del entorno de los poblados, además de resultar esencial para la obtención de espacios libres para el cultivo y como lugar de pasto para el ganado, muy probablemente supone un factor claramente estratégico de cara a disponer de mayor visibilidad ante posibles agresores.
Las importantes transformaciones que tienen lugar en este período permiten, entre otras cosas, la obtención de excedentes de producción que pueden llegar a ser considerables en algunos casos y ello conllevará el consiguiente riesgo de robos y saqueos.
El hallazgo de restos materiales directamente relacionados con las guerras son abundantes; así, armas como espadas, escudos o lanzas están presentes habitualmente, tanto en los poblados protohistóricos como en sus necrópolis. Por lo que se refiere a los yacimientos guipuzcoanos, además de estar fuertemente defendidos por murallas y en ocasiones por fosos complementarios, comienzan a aparecer en los mismos armas fabricadas en hierro tales como regatones y otras piezas. Algunas de ellas se han hallado en los poblados de Basagain y Munoaundi.