Fruto de los trabajos de investigación llevados a cabo por los firmantes de este trabajo y C. Olaetxea, hoy podemos afirmar que durante la Protohistoria el territorio guipuzcoano estaría ocupado por numerosos núcleos de población que se repartirían amplios espacios geográficos. Muy probablemente estas agrupaciones o poblados convivirían con asentamientos dispersos a modo de granjas o caseríos.
En la actualidad conocemos algunos de estos poblados geográficamente distribuidos de forma regular, establecidos en puntos que por lo general controlan los grandes valles fluviales, aunque carecemos de información sobre hábitats de tipo aislado.
hasta la fecha son ocho los enclaves descubiertos: Buruntza (Andoain), Basagain (Anoeta), Intxur (Albiztur-Tolosa) y Murumendi (Beasain) en el valle del Oria; Munoaundi (Azpeitia-Azkoitia) en el del Urola; Moru (Elgoibar) y Murugain (Arrasate-Aretxabaleta-Aramaio) en el del Deba y Akutu (Bidegoian-Errezil), en las proximidades del macizo del Ernio.
Ocupan superficies que oscilan entre las 17 hectáreas del de Intxur y las 0,7 del de Buruntza, aunque éstas son considerablemente variadas (Munoaundi 7 has.., Murugain 4,7 has.., Akutu 3 has.., Basagain 2,8 has.., Murumendi 1,9 has.. y Moru 1,1 has..) Se encuentran, en todos los casos, defendidos por las propias características naturales del terreno, reforzadas por murallas y, en ocasiones, por fosos levantados por sus moradores. Las plantas adquieren variadas formas, en gran medida en dependencia de la ubicación, si bien también guardan relación con las características del grupo y sus actividades: predominan las formas curvas variadas, ovales en algunos casos, combinándose igualmente con formas rectas, estas últimas delimitando los trazados mayores de los recintos.
El espacio interior se organiza de diferentes maneras en función del relieve elegido así como de las necesidades colectivas de sus gentes. Disponer de zonas llanas o aterrazadas facilitará en principio asentamientos de estructuras de habitación o de otros tipos, aunque en algunos casos pueden levantarse en lugares menos propicios en apariencia. Así, las viviendas de Intxur se recortan en la roca del terreno sobre una suave ladera próxima a la cumbre del poblado, en el lado Sur. De cualquier forma las superficies aterrazadas, naturales o no, son frecuentes en casi todos estos enclaves y es en ellas en donde parece concentrarse la mayor parte de la actividad de sus ocupantes.
Pero la planificación del espacio interior puede sufrir modificaciones con el transcurso del tiempo. Hay que tener en cuenta que son escasos los recintos densamente ocupados por construcciones; lo más probable es que amplias zonas intramuros de aquellos poblados que alcanzan una extensión considerable fuesen destinadas a cultivos, pastos y recintos para cerrar el ganado, variando la distribución según las necesidades de cada momento. La ordenación urbana ya presente en la segunda mitad del milenio en algunos puntos de Euskal Herria como en el caso de La Hoya (Biasteri), con trazado de calles con aceras que delimitan manzanas bien organizadas hasta ocupar la totalidad de la superficie intramuros, no existe de momento en los yacimientos excavados en Gipuzkoa, si bien las viviendas halladas en el de Intxur se encuentran alineadas en una misma zona. Las características de las ubicaciones de las casas de éste nos recuerdan más a otros hábitats como el centroeuropeo de Heuneburg, de unas tres has.., construido en un alto sobre el río Danubio. En él las estructuras de habitación se levantan unas al lado de otras distribuidas de modo irregular en función del trazado de la muralla y de las necesidades de sus constructores; en todos los casos están exentas, quedando espacios de tránsito dificultoso entre ellas y en los que los sistemas de drenaje están claramente representados. Se calcula que pudo estar habitado por no más de doscientas personas.
Las fechas en que han sido ocupados estos recintos varían de unos a otros; basándonos en las dataciones de Carbono 14, así como en elementos tipológicos, sabemos que se han establecido en ellos a lo largo del primer milenio, aunque en su mayor parte dentro de su segunda mitad. Así, la fecha más antigua que tenemos hasta hoy para un poblado guipuzcoano es del año 3.000 antes del presente en Buruntza y la más reciente, la del 2.030 en Intxur. En este último yacimiento disponemos, no obstante, de una datación del 2.720±80, correspondiente tal vez a una primera ocupación de este monte, obtenida a partir de un fragmento de madera que pudiera pertenecer a un inicial sistema defensivo anterior al formado por la gran muralla de piedra. De todos modos, las fechas que proporcionan los lugares más densamente habitados, las viviendas y su entorno, son las más recientes: entre el 2.270 y el 2.030 antes del presente.