El Camarín
Al ir a estudiar a Arantzazu el año 1965, el joven pintor Xabier Egaña se encontró con Jorge Oteyza que comenzaba a realizar el Apostolado de la fachada. Aquél le enseñaba cuanto hacía al maestro, y éste siempre le animaba. El magisterio y las ideas calientes y brillantes de Oteyza fueron su mejor alimento y su mayor empuje para seguir adelante en su empresa. Diez años más tarde, volvería a encontrarse con Oteyza en Pamplona. Estando allí precisamente le propusieron la ejecución del camarín de la Virgen de Arantzazu.
Pinturas en el Camarín, de Xabier Egaña
Preparó un boceto abstracto, con bloques de madera, en una primera maqueta. Mucho castaño y mucho color. Pero Oteyza y Eulate le desanimaron aduciendo que de aquello ya había bastante en otros lugares de la Basílica. Realizó otros bocetos de pintura-pintura, pintura plana, y con ellos acudió a donde Sáenz de Oiza. Todo podía ser bueno. No puso ninguna objeción ni obstáculo. El ciclo de pintura mural, resuelta al temple y al óleo representaba: La Creación (la ciudad en construcción), el Mundo (trabajo y muerte), la Salvación (María y Jesús), el Apocalipsis y los Ultimos Tiempos (Parusia y la ciudad habitada). El joven pintor, estudioso de los Picasso, Arteta, Oteyza, Guayasmin y Chagall, a través de la biblioteca del también franciscano Alvarez de Eulate, imprimía a sus figuras y conjuntos un fuerte acento simbólico expresivo, distorsionando y ampliando composiciones y figuras. Azules, grises y ocres profundos se abren y compensan con rojos, amarillos y verdes lumínicos. Los personajes caídos y pesados de la entrada dan paso a otros volátiles y gráciles cargados de luz y de gracia.
Pues bien, pese a todo el mensaje salvífico, la presencia de algunos desnudos masculinos y femeninos, ocasionó serios altercados durante su ejecución y hubo que borrar algunos de ellos. Una nueva polémica volvía a surgir en torno a Arantzazu y ésta se vería plasmada en revistas y periódicos. Un cierto sector se escandalizó también del mensaje. El autor explicó todo a la Comunidad franciscana y ésta fue aceptándolo poco a poco. Hoy ya el mensaje está asimilado y nadie se escandaliza de nada.
Pinturas en el camarín, de Xabier Egaña
Ocho sobrios paneles de 30 metros de largo por 4,5 de alto, fueron ejecutados en tres meses, plasmando una iconografía humano-religiosa de corte simbólico expresivo. El dibujo y la grafía son potentes y poderosos en su conjunto. Quizás demasiado al decir de algunos, en un lugar de tránsito que lleva y acerca a la sagrada imagen que preside el camarín. El poderoso expresionismo de formas y volúmenes aturde y golpea quizá demasiado al visitante y peregrino que penetra de otros ámbitos plásticos y religiosos más telúricos.
Pero simboliza al pueblo sufriente que invoca a su Andra Mari; al devoto anónimo que aquí desahoga sus penas, a cada hombre que tiene hambre y sed de justicia, y a cada mujer que entrega su vida... Es Jesús, el hijo, el mismo que se apareció con María a Rodrigo de Balzategi, el celebrado cada domingo en esta Basílica, el que compartió nuestros dolores y anima nuestra esperanza
Javier Garrido