Escasas son las portadas medievales en Gipuzkoa, pero en lo que se refiere al románico, el testimonio más elocuente cualitativamente son éstas. En algunos casos, al desecharse como parroquias se utilizaron de entrada al cementerio, como la de Pasai San Pedro, la de Azkoitia o la de Aretxabaleta. Todas tienen el denominador común del arco de medio punto, como la de Ugarte de Amezketa, la de Garagartza de Arrasate, y la de la ermita de La Antigua de Zumarraga de pleno siglo XII, completándose en la rosca del arco en Ormaiztegi con arquitos apuntados góticos que se repetirán en la de Idiazabal .
Dentro del estilo gótico en algunas portadas se hace patente la notable amplitud que debieron tener sus templos, en otras la escueta decoración, como vemos en la portada de Abaltzisketa. La más notable es la de Deba, estructuralmente de un primer momento. Este acceso al templo se encuentra alojado en el gran hueco de la base de la torre. También bajo torre se construyó la de San Bartolomé de Olaso en Elgoibar, que hoy es entrada también del cementerio. Estilísticamente la de Deba, sigue los modelos alaveses de Biasteri-Laguardia y Vitoria-Gasteiz, encontrándose en ella la mano de dos maestros o talleres. La de la iglesia de San Salvador de Getaria del siglo XIV, debió ser proyectada también como la de Deba con arquivoltas, según se refleja en las molduras de las jambas. Su tímpano está desnudo de escultura y el hueco de su puerta se dibuja con un arco festoneado. Igual simplicidad presenta la de la iglesia parroquial de Arrasate que sigue sus formas ojivales apuntadas como continuación de las pequeñas columnillas que flanquean la puerta; coronada ya por un arco casi recto renacentista. Su única decoración es una talla policromada del Padre Eterno bendiciendo, de principios del siglo XVI. De gran originalidad es la portada de Idiazabal, que se mueve en los repertorios decorativos empleados desde muy antiguo en las estelas y cerámicas prehistóricas y romanas con decoraciones geométricas de perfecta talla y cabezas humanas. Otras góticas de gran interés son las de Aduna, Ezkioga, Berastegi, Elduaien y Berrobi. Destruida por las inundaciones de los años cincuenta, se ha conservado en una capilla lateral de la parroquia de Santa María de Tolosa, la portada gótica de la ermita de San Esteban.
Las portadas de los templos del siglo XVI no son lo más destacado del Renacimiento guipuzcoano, se cuenta con pocos ejemplares pues los empeños se dirigieron, como hemos explicado, a levantar los monumentales templos que hoy podemos contemplar. Dos de ellas se insertaron en edificios de tradición gótica: la del Convento de Bidaurreta en Oñati con indecisiones entre el Gótico y el Renacimiento en sus arcos y hornacinas; y la de la parroquia de Hondarribia fechada en 1566, de gusto totalmente renacentista, cobijada bajo un arco de casetones, presentando una admirable integración en la unión de sus dos puertas por las finas e ininterrumpidas molduras. Dentro de las iglesias que se construyeron o transformaron en la primera mitad del siglo XVI, tenemos la portada norte de la iglesia de Eibar, que lleva la fecha de 1547 en que se erigió, y es notable por su lujosa talla plateresca. Elegante es la de la iglesia de Aitzarna, que dividida en dos entradas bajo gruesas arquivoltas, manifiesta una singular armonía destacándose por su amplitud y esmerada construcción, dentro de las iglesias rurales.
Las portadas religiosas guipuzcoanas del siglo XVII parten de conductas sobrias de gran desnudez. Son producto de un momento de evidente crisis económica, la cual hizo que se redujera la actividad constructiva que con mayor ímpetu se había mostrado en la centuria anterior. La fuerza de la tradición hace que se repitan modelos consolidados en épocas anteriores del Renacimiento, pero poco a poco se van transformando al introducirse libertades o licencias propias de la fantasía del artista.
Los primeros encargos tienen poco significado, se remiten a guarnecer las aperturas de los templos con simples molduraciones, proveyéndolas de soluciones y elementos que recuerdan a obras producidas por Juan de Herrera, concretamente El Escorial. Sus aperturas o puertas de acceso suelen ser adinteladas como la de Zumarraga o con arcos. A los lados se colocan pilastras y su decoración, cuando existe, es a base de pirámides con bola o acróteras como en Urrestilla; una cruz en el centro o una cartela que recuerda a las de cuero de bordes enroscados sobre si mismos. La rigidez y planitud de todos los elementos sólo se ve atemperada por el remate superior en forma de frontón, que en muchos casos aparece roto formando en su parte superior gruesas espirales como en la portada lateral de Eibar, o en Zizurkil, donde se incluye una pequeña escultura sobre un pedestal. El soporte clásico de la columna hace aparición en algunas portadas subrayando arcos de entrada. Estas estructuras tienen la particularidad de ser menos planas que las anteriores, por el adelantamiento de las columnas y sus pedestales. Con un esquema de dobles columnas jónicas lo encontramos en Getaria, a base de fustes estriados en forma entorchada y potentes cajeados en los pedestales. Las concepciones sobrias donde prevalece la arquitectura en vez de la decoración se sostienen hasta el último tercio del siglo XVII, encontrándose idénticas composiciones que al principio de siglo; pero al avanzar el tiempo los motivos se vuelven más prominentes y de mayor relieve, empleándose gruesas molduras superpuestas con un sentido multiplicador; ejemplo de ello son las portadas de Albiztur o Beizama.
Una nueva tipología se desarrolla en las iglesias de algunos conventos. Se trata de la fachada en forma de rectángulo, con arcos en su parte baja y remate de frontón triangular. Su origen está en los modelos de las iglesias carmelitanas. Con este esquema se conciben las de los conventos de Bernardas y Carmelitas de Lazkao y el de la Concepción de Segura. Una versión sin frontón de gusto escurialense es la del convento de San Francisco de Tolosa. También en los santuarios e iglesias encontramos el estilo que el arquitecto Vignola propone en Roma: cuerpo bajo y ático unido por formas espirales u orejones. Este plan se lleva a la portada de la Basílica de Dorleta o en la iglesia de Alegia.
El prototipo de fachada en la que la torre se adapta o sirve para pórtico se perfila ya a mediados y finales del siglo XVII, en diferentes diseños que no llegaron a realizarse, como el del arquitecto Martín de Aguirre y el de Lucas de Longa, teniéndose que esperar para ser una realidad, casi a mediados del siglo siguiente en la iglesia de Elgoibar por Ignacio de Ibero, en Andoain y Usurbil por su hijo Francisco y después en Eskoriatza, Aretxabaleta e Ibarra por Martín de Carrera.
Producto del deseo de no anular la visión de los edificios anejos, fue la portada actual de Tolosa diseñada por Tomás de Jáuregui, que estructuralmente responde a un "muñón" o desarrollo fragmentado del primer cuerpo de una torre.
La fachada cobijada bajo un arco tuvo especial arraigo en Gipuzkoa, por crear un espacio adecuado para el cobijo de la feligresía. De este estilo es la de la parroquia de Pasai Donibane y la de Errenteria atribuida al arquitecto Gómez de Mora; la de Segura es más barroca por su decoración abultada y claroscurista. Este esquema cobra mayor profundidad espacial en el siglo XVIII, cuando en vez de un arco la portada se inscribe en un gran nicho u hornacina gigante, como si se tratase de un arco de triunfo. Siguen esta forma las portadas de Hernani, Azkoitia y Zegama, que se rematan con un frontón como telón para que no se vea el muro de detrás como en Oñati. Una variante es la de la iglesia de Santa María de San Sebastián, pues se enmarca entre dos torres cuadradas a los lados. Resulta igualmente una novedad en el panorama constructivo la del Santuario de Loiola, que cierra como un cinturón semicircular el contorno del templo.
Los mejores ejemplos de fachadas Neoclásicas de Gipuzkoa comparten su notable significación urbana, acentuada por sus pórticos o nártex de arcos y sus escalinatas. Dentro de la generación que implanta violentamente el estilo, está la obra de Ventura Rodríguez en la iglesia parroquial de Azpeitia, construida por Francisco de Ibero, concebida en horizontalidad como un pórtico clásico. Con el mismo lenguaje y un fuerte acento monumental se construye la portada de Elgeta abrazando la torre y su iglesia frontalmente y lateralmente, con un enorme pórtico dotado de arcos y ventanas. Siguiendo un estilo parecido se realizó la de Usurbil pero de menor altura y significación en el lado de la epístola. La experiencia realmente innovadora de este estilo la lleva a cabo Silvestre Pérez con la iglesia de Mutriku, donde su pórtico se estructura de forma casi independiente, con una claridad de volúmenes sorprendente.