La igualdad del nivelado del terreno en gran parte de las iglesias, propició escasamente la construcción de escalinatas. La mayoría cuenta con pequeñas escaleras de poco interés que se adaptan en algunos casos de forma irregular y asimétrica para cumplir su cometido, como la de la entrada de los pies de Eibar. Algunas bastante empinadas y sin mesetas de descanso, se cierran con muretes moldurados en vez de balaustres y decoración de bolas en su inicio como la lateral de Zegama.
Sólo los edificios monumentales cuentan con notables escalinatas en sus pórticos, entre todas las más destacadas son las del Santuario de Loiola. La gran escalinata que salva el desnivel del templo y del resto del edificio, se realizó con sumo cuidado para conseguir una grandiosa entrada al Santuario; resolviendo con elegancia el problema de la desigualdad de altura. Realmente queda prácticamente integrada a la portada al ceñirse a ella, ocupando en planta casi la amplitud de la misma. El transeúnte tras las trece primeras gradas se desembarca en una amplia meseta, dando lugar en los laterales a otros dos tiros de diecisiete escalones de menor anchura a los costados, continuándose con iguales dimensiones la escalera de frente. Lo destacable de este planteamiento es el juego de líneas rectas y curvas que se combinan en muretes, barandillas, banquillos de descanso e incluso en el enlosado del pavimento, que intencionadamente sigue el mismo ritmo, incrementándose de manera peculiar en torno a los últimos. Sobretodo hay que destacar la calidad y refinamiento de la labra de la piedra en todas las labores. Un motivo que merece la pena resaltar en estas escalinatas es el de la disposición de los balaustres, que se adaptan barrocamente en sus formas a la inclinación de las rampas. Con esta gran escalera se modifica sustancialmente el espacio exterior, confiriendo un sentido escenográfico a la portada de la iglesia.
Tampoco se puede olvidar la escalinata de Santa María de San Sebastián culminada por una extensa plataforma que da empaque al conjunto. De la misma forma se procede en Andoain, pero en este caso se parte de una escalera menor para acceder a una gran explanada circundada por un muro con elegantes jarrones sobre pilares de buena talla. De amplias proporciones es la majestuosa y monumental de Nuestra Señora de la Asunción de Elgeta, dilatada en anchura para abarcar toda su fachada, reduciéndose después marcando el eje de su acceso principal ante el gran arco central de su entrada, como lo hace también la de Errenteria.
Otras como la de Nuestra Señora la Real de Azkoitia redondean los remates laterales de sus escalones y disminuyen su anchura en perspectiva, consiguiendo aumentar el sentido de profundidad del gran nicho de su fachada; con ello consiguen dotar a su portada de una gran monumentalidad. Original pero más reciente es la de San Juan Bautista de Hernani, de un acceso central y dos laterales, formando lateralmente al llegar a su plataforma, dos ensanches circulares a modo de terraza con balaustres de hierro.
Las fachadas neoclásicas provistas de escalinatas axiales, tienen un fuerte sentido urbanístico, rememorando el acceso a los templos clásicos, como vemos en Mutriku.