La expansión urbana sufrida por las grandes ciudades durante el pasado siglo no habría sido posible sin el desarrollo paralelo de los medios de transporte adecuados. Las carretas y diligencias resultaban sumamente incómodas, lentas y ruidosas por lo que pronto se pensó en adaptar los principios del ferrocarril al transporte urbano. Con ello nacía el tranvía.
En Gipuzkoa, los primeros tranvías circularon entre Miraconcha y Ategorrieta, pasando por el Boulevard, en 1.887, extendiéndose inmediatamente su recorrido hasta Venta-Berri y Rentería respectivamente. En 1.893 se establecía un tranvía urbano en Irún el cual se prolongaría en 1.896 hasta Fuenterrabía.
Los primeros tranvías de Gipuzkoa, al igual que en otros lugares del mundo, recurrieron a la tracción animal, ya que el paso de las humeantes locomotoras de vapor por las calles de las ciudades era insalubre y peligroso. En cualquier caso, el uso de caballerizas tampoco estaba exento de problemas y hubo ocasiones en que fue necesario suspender el servicio debido a enfermedades del ganado.
Para mejorar el servicio, la Compañía del Tranvía de San Sebastián decidió emprender la electrificación de sus líneas, inaugurando el novedoso sistema de tracción en 1.897, antes incluso que ciudades como Madrid y Barcelona. La línea de Irún a Fuenterrabía electrificó su línea en 1.919.
Con el cambio de siglo se inicia la verdadera expansión del servicio tranviario, tanto por parte de la Compañía del Tranvía de San Sebastián, como de otras empresas. La primera establece líneas urbanas a Amara (1.903), Igueldo (1.912) y Gros (1.915). La Compañía del Monte Ulía construyó en 1.903 un tranvía desde Ategorrieta hasta dicho monte con fines turísticos, mientras el mismo año entraba en servicio el tranvía de San Sebastián a Hernani. Finalmente, en 1.912 se completaba la red de tranvías de Gipuzkoa con la inauguración del tranvía eléctrico de San Sebastián a Tolosa.
Durante años, los tranvías prestaron un servicio de transporte eficaz e indispensable, tanto de viajeros como de mercancías, principalmente en la línea de Tolosa, que en combinación con la red urbana, alcanzaba los muelles de Donostia y Pasajes.
Lamentablemente, los duros años de la guerra y la inmediata postguerra impidieron la necesaria renovación de los tranvías. Los vehículos de principios de siglo, a penas podían mantener el servicio y así las empresas explotadoras, apoyadas por ayuntamientos y demás instituciones, optaron por eliminar los tranvías, siguiendo la moda francesa, en lugar de proceder a su lógica modernización, tal y como se hacía en Alemania.
Entre 1.948 y 1.952, los tranvías urbanos de San Sebastián, al igual que el tranvía de Tolosa son sustituidos por modernos trolebuses, mientras que en 1.953 desaparece el tranvía de Irún a Fuenterrabía, sustituido por humeantes autobuses. En 1.958 desaparecía definitivamente el tranvía en Gipuzkoa al cerrarse la línea de Hernani.
Durante algunos años, los silenciosos y limpios trolebuses se convirtieron en estampa inseparable de Donostia, principalmente los elegantes coches de dos pisos importados de Londres en 1.962. Circulando por la línea de Igueldo ofrecían una panorámica inigualable de la bahía donostiarra. Pero al igual que sucedió con los tranvías, a alguien se le ocurrió que estaban pasados de moda, que molestaban al creciente desarrollo del tráfico, sin darse cuenta que lo que verdaderamente molesta al tráfico no son ni los tranvías, ni los trolebuses, ni las amplias aceras ni los semáforos, sino el tráfico mismo, generado por un incontrolado desarrollo del automóvil. Así los no contaminantes trolebuses, que funcionaban con la energía eléctrica procedente del salto de Berchín, en el Leizarán, fueron sustituidos entre 1.968 y 1.974 por humeantes autobuses.
En los últimos años, una creciente sensibilización ambiental y los propios problemas que ha ocasionado el desmedido desarrollo automovilístico, han motivado una creciente potenciación de los transportes públicos y con ello el redescubrimiento de tranvías y trolebuses. Donde sabiamente no fueron eliminados han sido modernizados, mientras que en muchas ciudades de Francia, Gran Bretaña y Estados Unidos, donde fueron suprimidos, han vuelto a ser reimplantados.
El tranvía moderno aúna el respeto al medio ambiente con una capacidad de transporte próxima a la del metro pero con inversiones que no alcanzan al 20% de las de éste. Recientes estudios proponen el retorno a las calles de Donostia y tal vez a comienzos del próximo siglo podremos volver a viajar en un medio de transporte que nunca debió desaparecer.