Uno de los aspectos más característicos de la industria del País Vasco en general y de Gipuzkoa en particular, es la gran especialización en la construcción de material ferroviario. Numerosas fábricas, desde los más modestos talleres, hasta los mayores complejos productivos han suministrado al ferrocarril desde tornillos hasta locomotoras, pasando por la más amplia gama de accesorios.
En Gipuzkoa, numerosas empresas han suministrado al ferrocarril todos los elementos necesarios para el servicio. La Unión Cerrajera de Mondragón producía los tirafondos que unen los carriles a las traviesas, Alcorta y Mendizabal muelles y ballestas de suspención, Bonifacio Echeverria cadenas y ganchos de tracción, y así un largo etcétera.
Pero posiblemente, la actividad más destacada haya sido la construcción y reparación de material móvil. Algunos talleres modestos como Urcula en San Sebastián realizaron unas pocas unidades en los años veinte. Otros, como los talleres Ambrona de Herrera, mantienen todavía la actividad reparando esporádicamente algún vagón.
Las empresas guipuzcoanas más destacadas en este sector han sido sin lugar a dudas la recientemente desaparecida Herederos de Ramón Múgica y sobre todo la Compañía Auxiliar de Ferrocarriles, CAF, de Beasain.
La primera inició su actividad a finales del pasado siglo en Donostia, junto a la estación del Norte, en el solar en el que actualmente se alza la torre de Atotxa, junto al viejo campo de fútbol. Es esta empresa precisamente la que da nombre a una de las peñas realistas más bulliciosas.
Inicialmente su actividad no estaba vinculada al ferrocarril, sino a la carpintería industrial, dedicándose principalmente a la fabricación de persianas. Pero posiblemente, dada la gran proximidad de la estación, unido al hecho de que por entonces la mayor parte de los coches y vagones se construían en madera, impulsaron a Múgica a introducirse en el campo de la construcción ferroviaria.
Desde un principio, Herederos de Ramón Múgica se especializó en la construcción de vagones de mercancías, destacando en su producción los vagones "foudre", destinados al transporte de vinos. Su aspecto era muy similar a un vagón de carga cerrado, pero en su interior albergaban dos grandes toneles en los que se transportaba la preciada bebida. Posteriormente el modelo evolucionó, llegando a los modernos vagones cisterna.
A comienzos de los años sesenta, Ramón Múgica trasladó sus instalaciones a Irún, donde prosiguió su actividad hasta principios de los noventa. Esta empresa tan sólo construyó algunos coches de viajeros en los años veinte para la Compañía del Norte. Asimismo, en los años cincuenta suministró a Cementos Rezola unas curiosas locomotoras eléctricas para su servicio interior.
Pero sin lugar a dudas, la principal industria del sector, no sólo en Gipuzkoa, sino en todo el estado, es la CAF.
Los orígenes de esta empresa se encuentran en las ferrerías de Yurre e Igartza, en Beasain. Sus propietarios, las familias Goitia y Usabiaga se asociaron a mediados del siglo pasado, creando la Fábrica de Hierros de San Martín de Urbieta, donde en 1.861 se instala el primer horno alto de Gipuzkoa.
En 1.892 la empresa sufre su primera reconversión, pasando a denominarse La Maquinista Guipuzcoana. Es entonces cuando se inicia la construcción de material ferroviario, aunque esta no es exclusiva, ya que también se fabrican máquinas fijas de vapor, turbinas hidráulicas, molinos de molturación de harinas, e incluso puentes metálicos para carreteras.
En 1.901 la fábrica de Beasain es absorbida por la Sociedad Española de Construcciones Metálicas, especializándose en la fabricación de vagones. En 1.917 sus instalaciones son arrendadas por la Compañía Auxiliar de Ferrocarriles, C.A.F. En 1.928 se inicia la producción de locomotoras eléctricas y unos años más tarde suministra sus primeros automotores diesel a la Compañía del Norte.
En los años cuarenta, CAF inaugura una nueva factoría en Irún, especializada en la realización de grandes reparaciones de material ferroviario, aunque en ocasiones también se han fabricado algunos trenes en sus instalaciones. En los años sesenta CAF se fusiona con la empresa Zaragozana Material Móvil y Construcciones, antiguos talleres de Carde y Escoriaza, pasando a denominarse Construcciones y Auxiliar de Ferrocarriles, lo que le ha permitido mantener sus históricas siglas.
Tras los duros años de crisis de la pasada década, en que el futuro de la empresa estuvo gravemente comprometido debido a la caída de la demanda del hasta entonces casi exclusivo cliente, RENFE, el presente de esta centenaria industria se presenta esperanzador. Se ha reducido la dependencia respecto a la empresa ferroviaria estatal, aumentando notablemente su presencia en los mercados exterioes.
Hoy, CAF mantiene una posición de liderazgo en el sector a nivel estatal, pudiendo codearse de igual a igual con las principales multinacionales de Europa. Sus trenes circulan tanto en RENFE como en FEVE, Ferrocarriles de la Generalitat Catalana y Valenciana, Ferrocarriles de Mallorca, y como no, en Euskotrenbideak. También los metros de Madrid, Valencia y Barcelona son fieles clientes y en estos momentos procede a equipar el metro de Bilbao. En los últimos años han salido de sus naves tranvías de moderna tecnología para Valencia y Lisboa, metros para Ciudad de Méjico y Monterrey y coches de Alta Velocidad para los ferrocarriles húngaros, mientras que los últimos pedidos tienen destinos tan dispares como Londres, Amsterdam y Hong Kong.
Pero CAF ha sabido aunar sabiamente las modernas tecnologías con el respeto a una tradición centenaria. Así, ha recuperado sus viejos talleres, restaurando edificios de notable valor arquitectónico, adaptándolos a las nuevas necesidades productivas. También ha colaborado con el Museo Vasco del Ferrocarril de Euskotrenbideak en la reconstrucción de viejas unidades que salieron hace setenta años de sus talleres.