Las Torres en el mundo urbano
Frente al mundo rural tenemos el mundo urbano, constituido por las 25 villas cuya creación se escalona entre cr. 1180 (San Sebastián) y 1383 (Zestoa y Urretxu), y en cuya estructura urbana las Torres asumen un papel de importancia primordial. De la misma forma que desde la Torre rural se domina y controla a la población y se defienden así determinados intereses económicos y sociales, desde la Torre urbana emplazada por lo general estrategicamente, el linaje propietario controla la villa y apuntala su prestigio de forma directa sobre sus conciudadanos.
Aún hoy día son palpables en algunos casos las diferencias entre unas y otras Torres y se puede incluso llegar a adivinar qué diversos debieron de ser algunos de los elementos que las distinguían. Y, como elemento primordial, el propio régimen de propiedad de la Torre. El linaje rural, para el que la Torre es uno de los pilares de su identidad, no se plantea que ésta entre bajo ningún concepto en el mercado: ni se puede comprar ni se vende. Pasa por derecho consuetudinario a un único heredero. Mientras que la Torre urbana es objeto de compra-ventas reiteradas, de especulación inmobiliaria, y está sujeta a las reglas de mercado imperantes, en la medida en que constituye un codiciado bien de representación del linaje urbano. En el mundo rural, Torre y Solar (como sede material del linaje) son elementos casi sinónimos que conservan su significado hasta bien entrado el siglo XVI, mientras que en el mundo urbano la Torre, cargada de otros significados además de en algunos casos éste mismo, constituye mucho más la representación del éxito económico y social, y su pervivencia en un mismo linaje durante generaciones la mejor muestra de la solidez de éste.
Es lógico que con la evolución urbanística haian desaparecido la inmensa mayoría de las Torres urbanas edificadas en Gipuzkoa para finales del siglo XV, que eran legión. Pero no es menos cierto que conservamos todavía buen número de restos y, si bien deteriorados en muchos casos, aún de ejemplares extraordinarios. Villas como Segura e incluso Getaria o Mutriku presentan un elenco espléndido.
En 1996 es muy difícil reconstruir cómo se desarrollaba la vida en las villas guipuzcoanas en los siglos que nos ocupan y en referencia al tipo de construcción y de vivienda de sus habitantes (tema al que, por cierto, se dedica otro número de esta colección "Bertan"). En cualquier caso es claro que la cúspide de la estratificación social en las villas está vinculada a la actividad comercial (los "mercaderos", sus compañías y las personas que componen sus empresas y los integrantes de los diferentes gremios) e intelectual en sentido laxo (escribanos y especialistas del derecho), y que en estos grupos la posesión de una Torre, Palacio o vivienda mayor y mejor ("casas principales", como se dice en la época) es la expresión del éxito social y económico. Las villas están divididas en solares y en algunos de éstos las familias más pudientes edificarán sus Palacios o Torres (pués de ambas formas se denominan, al igual que en el mundo rural, hasta bien entrado el siglo XV).
Algunas familias, como los Lilí en Zestoa, los Rezábal en Bergara o los Isasaga en Azkoitia, construyen imponentes Torres en la proximidad de las cercas o murallas de la villa. La disponibilidad de un mayor espacio y la posibilidad de escapar al control del Concejo serán elementos claves de estas iniciativas. En algunos casos, además, estas Torres y sus linajes propietarios identifican esta ubicación extra-muros como un elemento más que, sin alejarlos del estamento con cuyos intereses económicos coinciden (y que habita intra-muros) buscan la proximidad de los Solares netamente rurales. No se olvide que Solares de Pariente Mayor como los Zarautz, los Balda, los Olaso y otros tienen su sede junto a la villa y que en casi todos estos casos poseen el Patronato de la Parroquia de la misma.
En las villas costeras se buscará la posesión de una Torre en el muelle o en la cerca sobre el muelle, en las atalaias (como la Torre de los Aldamar de Getaria, de la segunda mitad del siglo XV), junto a las puertas de las villas o en las inmediaciones de la desembocadura del río cuando ésta se halla en las proximidades de la propia villa. El ejemplo de Torre ubicada en el muelle más imponente lo constituye la Torre edificada a fines del siglo XV por el mercader de Mutriku Ochoa Sebastián de Berriatúa y dividida en dos mitades en 1517 por sus dos hijos, el Capitán Juan Ochoa y Juan Ramos de Berriatúa.
En la cuenca del bajo Deba se formará un núcleo poderoso de Torres en torno a los linajes mercaderes de Sasiola, Irarrazabal o Astigarribia. Los Sasiola detentarán sus Torres principales en Deba, una rama segunda poseerá una torre sobre la que Juan Pérez de Licona fundará el Convento de franciscanos de Sasiola en 1517, y ramas segundas del linaje poseerán Torres en Deba y en Zumaia. El fundador de esta rama, el bachiller Jofre Ibáñez de Sasiola, del Consejo Real y Embajador en Inglaterra para pactar el matrimonio de doña Catalina de Aragón con el Príncipe de Gales, además de sus torres de Zumaia edificará la capilla de San Antón en la Parroquia, en la que todavía se conserva su espléndido retablo. Los Sasiola serán además el punto de enlace de otros muchos linajes de la Provincia durante el siglo XV e inicios del XVI; linajes que van desde los Solares de Parientes Mayores de Aguirre de Gabiria, Zaraútz, o Laurgin de Aia a los linajes de comerciantes de Mutriku, Deba, Zumaia, Zumarraga o Azkoitia: los Ubilla, los Irarrazabal, Yribe, Legazpi, Meceta, Berriatúa, etc.
En frente de Sasiola ubicarán sus Torres los Astigarribia. En la desembocadura del rio, como los Bedúa en el Urola o los Murguía en el Urumea, ubicarán en el vado de su propiedad un derecho de peaje (vinculado al comercio del hierro) por el que pleitearán numerosas veces con la Provincia al amparo de la autorización Real obtenida en su momento.
Sabemos que la inmensa mayoría de la edificación intramuros, como lo es en las zonas rurales coetaneamente, es hasta bien entrado el siglo XV de madera. El elenco de villas quemadas a lo largo de los siglos XIV y XV e, incluso, XVI, por fuegos que arrasan con casi todo, alcanza a la casi totalidad de las mismas. Solo para el caso de San Sebastián, sabemos que ésta arde al menos en cuatro ocasiones hasta el terrible fuego de enero de 1489, en el que ardió la villa completamente salvo las Casas del Preboste, las de su yerno el bachiller Elduayen, y las de los Oyanguren-La Torre, las tres de piedra.
"... ser tornó a quemar toda ella de la cassa que llamaban de Miguelco de Juan de Aguirre Blanca flor en la calle que dizen de Santa Maria"
Obviamente, la única manera de combatir el fuego es edificar en piedra, y para ello San Sebastián se dota en agosto de 1489 de unas Ordenanzas específicas con minuciosas normas al respecto que los Reyes Católicos potenciarán además utilizando el recurso de otorgar beneficios fiscales a quienes construyan en piedra.
La naturaleza de la Torre Urbana, a diferencia de la de ámbito rural, está definida y limitada por varios elementos que conviene no olvidar:
1 . El régimen jurídico de propiedad de los Solares es abierto y la posesión de una Torre en la villa no es más que una marca de prestigio, circunscrita además a un tipo de estructura familiar más evolucionada y más en relación a la familia que al referente linaje Solar que marca a la torre del ámbito rural.
Toda familia que pueda edificará su Torre intramuros y para ello efectuará las inversiones precisas. Tenemos un caso espléndido que muestra hasta qué punto la vivienda y su capacidad de representación de poder es eficaz en la villa: la familia del Preboste de San Sebastián, cargo vinculado hasta 1492 a los Engómez, se hará entre los años 1380 y 1460 (fundamentalmente en dos generaciones) con prácticamente todos los solares de casas que forman el frente de la villa -entre los portales de las calles Mayor y Narrica- y dotará con ellos a las hijas. Los yernos y los cuñados de los Prebostes y éstos mismos dedicarán muchos años y recursos a edificar al menos tres Torres nuevas, a sumar a las dos heredadas, en este frente. Torres que se conservaban medio derruidas todavía a finales del siglo XVIII [vid. explicación en el plano de pgs. ].
2 . La estructura social de la villa fomenta en cierta forma la edificación del tipo de Torre. De la misma forma que en el mundo rural se forman por vía matrimonial verdaderos clanes que se identifican, entre otros elementos, con la posesión de Torres, en el mundo urbano surgen dinastías de comerciantes, escribanos, letrados, que edifican sus Torres y que enlazándose entre sí crean en cada villa el núcleo dirigente. Es muy frecuente encontrar a estos núcleos enfrentados con el Concejo y con quienes desean integrarse en la "casta" precisamente por litigios derivados de la edificación de nuevas Torres, los linderos de éstas con las pre existentes, la sombra que hacen a las anteriores (en la más amplia y plástica acepción del término: las nuevas edificaciones son de mejor calidad, más altas, y obedecen a la iniciativa de "nuevos ricos" que hacen por todo ello sombra a los precedentes y a sus edificaciones en muchos casos ya anticuadas). Los propios Engómez proceden en cierta forma de esta manera, haciéndose por la vía de compra, en los solares antes citados, con las propiedades de una familia que está desapareciendo pero cuya importancia precedente es enorme: los Zazayo.
3. La morfología de la Torre urbana responde a un arquetipo tomado en cierta manera de la torre rural pero con unas limitaciones de espacio y unas características diferentes. Salvo casos aislados y de difícil interpretación -como el de la célebre Torre Luzea, de Zarautz- los elementos defensivos, salvo en las torres que sirven para reforzar la muralla (las citadas de San Sebastián, o las de Azcue en Hondarribia o Eizaguirre en Bergara), pueden ser casi ignorados en beneficio de aspectos decorativos y estilísticos. Y, por otra parte, siendo la Torre la garantía de prosperidad del linaje urbano, pues además de vivienda es tienda, granero, almacén, archivo de escrituras, etc. la estructura interior se elabora en función de elementos de naturaleza muy práctica. En este sentido son muy reveladores los testamentos de mercaderes o juristas bajomedievales que se refieren a estas "funciones" de la Torre al describir sus bienes y disponer de su distribución.
Como decía, a lo largo de los últimos años del siglo XIV y hasta finales del XV las edificaciones de piedra (mampostería combinada con sillares) sustituirán paulatinamente a las estructuras de madera. Para 1362 los citados Engómez tienen ya " un hostal palacio de piedra", el más antiguo de que se tenga noticia expresa en San Sebastián, y otro "medio palacio" muy cerca de éste, ambos sobre la muralla. En Hondarribia, Juan Martínez de Azcue, Preboste de la villa, y su mujer doña Tomasina de Puy poseen varias Torres, "plazas y solares" (incluido otro en San Sebastián), que reparten entre sus hijos en 1432. Tambien en su inmensa mayoría sobre la muralla y a la entrada de la villa. Y la nómina puede alargarse cuanto se desee.
Insertas en un ámbito más permeable a la influencia de factores económicos y sociales y por ello más sujetas a modas, corrientes, etc, en la medida en que son símbolo de prestigio social, las Torres o Palacios urbanos estarán sujetos a una evolución más rápida. Es fácil que las Torres medievales sean derruidas entre fines del siglo XV e inicios del siglo XVI para dar paso a edificaciones más a tono con los gustos de la época. Los mercaderes guipuzcoanos viajan, algunos por toda Europa, e importarán gustos y costumbres tanto de Flandes como de Italia, Francia o Inglaterra. Y las moles de piedra maciza darán paso a estructuras más preocupadas por la estética y adecuadas a criterios de funcionalidad y comodidad diferentes, con atención a los detalles de todo tipo (ornamentales, estructurales, etc.) y con la redistribución de espacios internos. Un ejemplo espléndido de esta evolución lo constituyen las Torres de Elduayen de Hernani.