Características arquitéctónicas de las torres
Algo nos hemos referido ya a ellas a lo largo de los capítulos precedentes. Las características arquitectónicas que las Torres muestran son el reflejo de su historia. Quienes las habitaron intentarán siempre aunar criterios funcionales y estéticos, aunque éstos no sean fáciles de interpretar para nosotros en todos los casos. Las torres son vivienda del linaje primero, de la familia nuclear luego con el desarrollo de ésta a partir del bajo-medievo; son representación de una serie de "valores" que se desean transmitir a la comunidad (y cuyo disfrute ésta reconoce únicamente a determinado tipo de linajes o familias, no se olvide), y como tales son soporte de una simbología muy interesante y aún escasamente conocida. Las Torres cumplen además otra serie de funciones prácticas, que han dado origen a su morfología: defensivas y militares, económicas y sociales. Se trate del ámbito rural o del urbano. Y, no perdamos de vista este dato, están construidas en un ámbito geográfico concreto y por unas personas con una cultura y una estética limitadas. Gipuzkoa ofrece unos materiales constructivos limitados, la tradición de cantería en el Territorio es muy antigua (y dará tanta o mayor fama a los hijos de la Provincia en el siglo XVI que la habilidad caligráfica de la que se hace eco el propio Cervantes) y proporciona solidez a un tipo de arquitectura de por sí con vocación de permanencia.
Referirnos, pues, a la arquitectura de las Torres supone no perder de vista estos hechos para no limitarnos a la enumeración tediosa de los elementos formales que caracterizan a nuestros ojos hoy día, a lo que entendemos por Torre en el amplio significado del término (y éste, lo veremos, es verdaderamente laxo). Estos elementos quedan en este libro además más que suficientemente realzados con el aparato fotográfico que acompaña al texto. El lector se ha familiarizado ya con una estética que no es preciso describir minuciosamente.
En el arco de tiempo que abarca los siglo XIV a XVI, retendremos los aspectos relativos a los materiales de construcción, a las formas que las Torres adoptan y a la evolución de las mismas, a la estructura de éstas en tanto que viviendas multi-funcionales, y a los elementos externos que las definen: ventanas, arcos, cadahalsos, etc. Son pocos los ejemplos significativos con que contamos en Gipuzkoa y hay que comenzar por aclarar a qué edificaciones nos estamos refiriendo.
Al hablar de Torres Medievales, estamos limitando nuestro campo de observación al de las viviendas de altura, consistencia y forma de torre clásica, no tanto a las edificaciones que presentan una solidez o una morfología imitada de las otras y que vulgarmente reciben el nombre de torre o, incluso, palacio rural. Se suele tratar de caseríos y construcciones de linajes de estamentos superiores que, desafiando el paso del tiempo, se han conservado hasta nuestros días, pero que no son más que caseríos " nobles " en cuya edificación (habitualmente acometida entre los siglo XV y XVI) se ha utilizado el sillar y la tradición constructiva de la Torre clásica, por deseo evidente de emulación de sus propietarios de los linajes en la cúspide de la pirámide social. No olvidemos que las construyen los mismos canteros y en las mismas épocas. No es raro, pues, que la bibliografía al uso confunda unas construcciones con otras (empezando por los propios coetáneos, para quienes, en el ámbito rural hasta bien entrado el siglo XV no habrá Torres, sino "Casas Fuertes " y, en las villas y fuera de ellas, "Palacios") y que la apariencia sólida de una edificación merezca el denominador común de Torre para la misma. Quien suscribe mantiene tambien sus reservas para más de un caso y admite un porcentaje alto de omisiones o exclusiones a priori. Se me permitirá objetar que para gozar de este Patrimonio huelga el fundamentalismo nominalista y es bueno que exista esta frontera versátil. Pero no olvidemos que el apelativo de Torre se lo darán quienes están mejor informados para proceder a esta clasificación. La sociedad de los siglos XV a XVI sabe que sólo determinados linajes o Solares pueden ser o contener Torres (como en el capítulo primero desarrollamos, precedentemente Casas Fuertes), pues la capacidad de tener una Torre responde no sólo a la posición económica del linaje (más claro en el caso de las Torres urbanas) sino al consenso social que su propietario suscite. Y la posesión de una vivienda considerada como Torre está reservada a un tipo determinado de propietario.
Como sabemos, desde el siglo XIV el primer material utilizado es la madera en combinación con la mampostería, y solo después son la piedra sillar. Muchas edificaciones conservan restos de todas las épocas y una observación cuidada de las mismas es muy estimulante. Es fácil que los cimientos de la Torre presenten un tipo de piedra diferente y una edificación más rústica; que en lo pisos superiores la piedra se sustituya incluso por sillares en los ángulos y en las ventanas, y que se observen reformas en los muros más antiguos. La Torre es casi un "ser vivo" y se irá adaptando por sus propietarios a usos diferentes y/o complementarios en cada época.
Se puede afirmar que, pasado el momento más crítico del conflicto banderizo, la edificación de forma de Torre es masivamente en piedra en su piso bajo y que los superiores se irán poco a poco edificando, o de piedra o de ladrillo. El desmoche de Torres decretado y llevado a cabo en 1457 obliga a los Solariegos a re-edificar sus Solares y Torres. Si los Balda o los Loyola utilizan el ladrillo, los Berástegui o los Amézqueta usan la piedra si bien con una altura menor. Hasta dos sobrados (dos pisos) permitirá la reina Isabel la Católica al Señor de Amézqueta. Las Torres pierden en tamaño y son pocas las que conservan en Gipuzkoa su imponente aspecto anterior. Casos como el de las Torres de Zumeltzegi (en Oñati, sede de los Guebara, Señores del Condado) o los de los Isasaga (Azkoitia) o los Ysturízaga (Andoain) (linajes ambos de comerciantes) son extraordinarios. Y caseríos como el de Egurbideola en Azkoitia constituyen por su volumen y estructura ejemplos de arquitectura civil más en consonancia con lo que pudieramos identificar como torre que las propias torres.
Es preciso además no olvidar que una gran parte de las Torres medievales será sometida a reformas estructurales y ornamentales muy importantes a lo largo del siglo XVI. Torres como las de Enparan o la de Zarautz, la de Loiola o la de Ozaeta constituyen ejemplos significativos de los cambios de moda o de usos a los que la vivienda será sometida. Se transforman en Palacios de corte renacentista o barroco según el siglo en que se reedifican o se reforman. El caso de la Torre de Ozaeta es muy significativo. Reedificada por Beltrán López de Gallaistegui y Loyola hacia 1550 sobre el Solar medieval de Ozaeta, la Torre da paso al Palacio de gusto renacentista que don Beltrán acompañará con el encargo a un taller flamenco de un retablo con su retrato y el de su mujer doña Isabel de Recalde e Idiacaiz. El sobrino de San Ignacio es un claro exponente del cambio de gusto y de modos de la élite guipuzcoana.
El material básico con el que las Torres se edifican será pues la piedra, como mampostería y con un uso cada vez mayor del sillar. La piedra sustituye poco a poco a la madera en las fachadas de la edificación, tanto por solidez como por eficacia edificatoria. La madera se reserva para distribuir interiores. El sillar va tambien poco a poco comiendo terreno a la simple mampostería y será básico en los ángulos del edificio, en las ventanas y en los diferentes elementos ornamentales. De piedra sillar deberán de ser además los elementos que sirven de soporte de las estructuras defensivas o puramente arquitectónicas que las Torres precisan.
La forma de las Torres en Gipuzkoa, huelga decirlo, oscila entre la puramente cuadrangular (la de la clásica Torre), más antigua, y la más evolucionada y moderna rectangular. Las Torres deben de respetar esta morfología que favorece la constucción en altura. En ocasiones llevan adosadas otras construcciones que les proporcionan un aspecto global algo amorfo.
Del conjunto de las Torres es quizás llamativo su aspecto en general austero. A diferencia de Bizkaia, Navarra o Araba, Gipuzkoa no ha conservado ejemplos de torres de aspecto masivo, netamente medieval, como las Torres de Butrón (antes de la reforma del siglo XIX), Salazar de Muñatones o las de Fontecha o Mendoza. Quizás esta denominación se podría identificar con lo que venimos denominando como Casa Fuerte, a tenor de lo que la propia documentación transmite, pero de la que no conservamos ejemplos representativos. La Torre guipuzcoana es en términos generales más modesta en sus dimensiones, no suele reunir en su entorno otras edificaciones importantes dando lugar a un conjunto y es raro el caso en el que conserve (si es que alguna vez lo tuvo) el término redondo al que se refiere la documentación, en forma de pequeña muralla o seto de piedra. La propiedad privada parece que hasta época próxima presenta en casi todos los casos este tipo de posesión que rodea la vivienda, sea o no Torre. Algunos caseríos la mantienen de forma más o menos expresa o material, y la citada orre de Ozaeta se edifica en el siglo XVI reservando un espacio de esta naturaleza. Los conjuntos edificatorios más importantes son los formados por la combinación de Torre-vivienda, molino, ferrería, ermita ... Hace pocos años desapareció el ejemplar espléndido de Carquizano cerca de Elgoibar, y se pueden rastrear otros casos como los de Altzolaras (Zestoa), Sasiola-Astigarribia, etc.
Las Torres, en su aspecto exterior, presentan una estructura simple rematada a veces por una hilera de pequeñas almenas (Torre de Zumaia, por ejemplo) y siempre por un tejado a cuatro aguas. En el remate de la Torre se difunde en Gipuzkoa un modelo que es vigente para toda Euskadi y que tendrá gran éxito y pervivencia histórica como solución arquitectónica, a la vez que decorativa: la utilización de cubos o garitones cilíndricos macizos en los cuatro ángulos superiores de la Torre y que o apoyan en el tejado o sobresalen como pináculos de este. Los garitones pervivirán hasta el barroco y gozarán de gran predicamento, adoptándose en la mayor parte de las Torres que se convierten en Palacios durante el siglo XVI.
La estructura seguida en la edificación del interior de la Torre es también sencilla. Un gran poste o viga de madera central que sirve de soporte al entramado de madera será la solución adoptada por la gran mayoría de canteros-carpinteros. Se trate de Torres en sentido estricto como de caseríos o edificaciones de todo tipo (obsérvense los atrios de algunas iglesias, como ilustración de esta estructura hoy dificil de encontrar). En la viga central se apoyan los ramales de madera, que sirven por una parte para sustentar el suelo de los diferentes pisos o sobrados y por otra como elemento de distribución del espacio al interior de la torre. Los muros de la Torre, muchas veces de extraordinario grosor, preveen o bien orificios o bien modillones o salientes de sillería sobre los que se apoyarán, a partir de la viga central, las vigas propiamente dichas que sirven de soporte a los solibos y tablas de techo y suelo. Y entre estos, los tabiques serán de madera, de ladrillo o de mampostería. Los de madera quizás más antiguos y sustituidos por eficacia edificatoria por los de mampostería. Es de notar, sin embargo, el ingenioso sistema de "tabiques corredizos" que en algunos casos estas estructuras más primitivas de madera permiten a los habitantes de la Torre, como parecen indicar las marcas conservadas, por ejemplo, en la Torre de Laurgin.
Los diferentes tipos de vanos o aberturas en forma de ventanas, balcones, etc. darán idea de las fechas de la edificación además de proporcionar pistas sobre la distribución interior de las habitaciones o los espacios de la Torre. Las ventanas y las puertas son por antonomasia el soporte de los elementos ornamentales en este género de edificaciones. junto con las armerías, o representaciones de los linajes por su escudo.
En las Torres más antiguas, la puerta de ingreso suele hallarse en el piso primero, y se accede a ella por una escalera de piedra (o atín) o con una escalera de madera, que se retira cuando procede. Algunas Torres, como Torre Luzea de Zarautz o la de Ereñozu conservan un espléndido patín. La escalera está defendida por una serie de saeteras. Con la transformación del uso de las torres y la pérdida de su carácter defensivo, el ingreso se hará por una puerta en la planta baja, y esta adquiere proporciones mayores.
Los vanos o ventanas, sufren tambien una transformación acorde con el desarrollo social. Desde las pequeñas aberturas de un solo arco y de pequeño número en cada Torre del siglo XIV e inicios del XV hasta los amplios ventanales geminados que precederán a los arcos conopiales y a los ventanales adintelados de gusto renacentista y profusa decoración en algunos casos, generalizados a lo largo del siglo XVI. En el interior de la Torre, el ancho del muro en el que se abre el vano se aprovecha para construir amplios asientos a ambos lados.
En cualquier caso, la estructura de todos estos vanos que no son más que aberturas dentro del grueso muro de la Torre "de cal e canto", es siempre idéntica. La abertura está limitada por piedras sillares de una o varias piezas según el tamaño de la ventana por lo general de un color más claro al utilizarse sillares de arenisca. Sillares que pueden servir como soporte a motivos ornamentales geométricos o florales y en algún caso aprovechados para esculpir las armerías del linaje o las marcas comerciales. No es raro el caso de una antigua torre decorada el siglo XVI con ventanas y puertas nuevas en piedra sillar para sustituir las antiguas más toscas y de peor fábrica. Y, desde el punto de vista formal, tiene gran éxito y pervivencia para las puertas el modelo de arco de medio punto, con los sillares apoyados formando el arco, y el arco apuntado en el caso de las ventanas, esculpiéndose la forma en un único sillar en la mayor parte de los casos.
Todo lo dicho, obviamente, define la estructura arquitectónica de las Torres, en el amplio arco temporal que verá su desarrollo. Ello no obsta para que las mismas soluciones se adopten para otro tipo de construcciones rurales o urbanas que no pasarán de ser ejemplos de caseríos de linajes por lo general de importancia pero que nunca pretenderán rivalizar con la Torre, que representa, tanto por el uso de una edificación concreta, como por los valores sociales y familiares que la comunidad le otorga, el símbolo de un poder y un prestigio limitados a solo unos pocos. El ejemplo más significativo es el de Iglesias (Zumaia, Bergara ...) que utilizan en su construcción todos los elementos hasta ahora descritos y que por ello mismo más parecen Torres que templos.
Explicación aparte merece un elementos muy importantes de la Torre. Los mal llamados "escudos heráldicos", más propiamente armerías del linaje, suelen decorar el ingreso a la Torre o un ángulo de la misma. En el caso guipuzcoano merecen un comentario aparte por presentar unas peculiaridades propias.
Son muy pocas las Torres en las que el linaje esculpe sus armerías y sí son más habituales, sin embargo, las Torres urbanas en cuya puerta de acceso, la dovela central del arco está esculpida con la "marca" comercial del linaje propietario o, en su defecto, con el anagrama de "Ihesus". El uso de las armerías por parte de los miembros de un linaje, como representación de éste y signo de pertenencia al mismo con el uso de su particular simbología, su propia semiótica, parece que se introduce tardiamente en territorio guipuzcoano. Las armerías se ven precedidas por el uso de " señales "por parte del linaje y así conservamos la de los lobos y la caldera adoptada por los Loyola, que preceden al cuartelado con las bandas de Oñaz utilizado al menos desde finales del siglo XV. La repetición de motivos heráldicos, con preferencia por lobos y calderas por un bando (Oñaz), y las panelas por otro (procedentes de los Guebara, por el bando de Gamboa) es tambien un elemento elocuente que no se puede menospreciar.
Pero las Torres se decoran con las armerías del linaje, en los casos en que lo hacen, sólo tardíamente. No creo que se pueda establecer antes de mediados del siglo XV e, incluso por la traza de muchos de los escudos, más bien parece que entre finales del XV y principios del XVI, un uso si no masivo sí mucho más generalizado por los linajes, que se preocuparán por este tipo de representaciones. Sabemos que para entonces muchos comerciantes (como los propios Concejos) utilizan sus marcas o sus armerías para autentificar los documentos públicos que otorgan, bajo la fórmula de que cada otorgante "cada uno de sus nombres lo sellase con sus sellos". Estas representaciones no pasan a la Torre o al menos no se nos han conservado muy antiguas salvo en media docena de casos. Sólo a partir del Renacimiento tardío y con la recepción masiva de modas castellanas y europeas y el desarrollo de una sociedad de "hidalgos", la conversión de muchas Torres en Palacios urbanos o de traza asimilable a estos comporta la adopción masiva de las armerías del linaje como elemento decorativo y de prestigio. El desarrollo estilístico llevará pareja la difusión de un tipo u otro de armerías, con clara preferencia por las armerías cuarteladas, en las que o bien se combinan las armerías de los abuelos de los constructores o bien se adopta la solución de usar las armerías de los apellidos de los mayorazgos que este disfruta.
En general la traza del escudo depende de la habilidad del cantero. Y, así, los mejores ejemplares y más antiguos son de ambito urbano. En todos ellos se ve clara la adopción de las normas heráldicas de uso corriente en la época. Tanto las brisuras como los cuartelados, así como en general el diseño heráldico responden a los modelos imperantes. En el Monasterio de Bidaurreta se combinan las armerías de los Lazarraga (las " del linaje e bando de Garibay " con las personales de doña Juana de Gamboa (las plenas de Gamboa -como hija del jefe del Solar- con orla de aspas) y todas con las de la Orden franciscana y las plenas de los Reyes Católicos, a cuyo servicio -como hemos visto- pasó su vida el Secretario Lazarraga, constructor del Monasterio.
Poseemos un caso espléndido -y, además, único- en el que se puede seguir el uso de las mismas armerías por los descendientes de un Solar en combinación con las tomadas de otros linajes o Solares por matrimonio o herencia. El esquema adjunto [Vid. cuadro de pgs. 1 pone en relación a una serie de descendientes del Solar de lartza de Beasain (que, por cierto, no tiene escudo). En Hernani (Palacio de los Elduayen), en Segura (Palacio de Guebara) y en Amezketa (Solar de Amézqueta) se encuentran las armerías de lartza. En Hernani y Amezketa mandadas esculpir por los hermanos Juan López (por la inscripción que acompaña, sabemos que en 1484) y Urraca Vélez de Amézqueta combinadas con las de los Solares de Alcega y Amézqueta de los que el primero es heredero y la segunda hija (el primero en palo y la segunda dimediadas). En Segura, cuarteladas (en labra que por ello mismo se puede situar hacia 1485) por Nicolás de Guebara con dos cuarteles procedentes de su padre, de de su madre. En el caso de Hernani, además, los dos preciosos escudos (cuya calidad y diseño bajo medieval son plenamente europeos) conservados en el dintel de la puerta proceden de la Torre medieval que ocupaba el solar en el que se edifica el actual precioso Palacio y representan las armerías del matrimonio Elduayen-Alcega. A mediados del siglo XVI las utilizará, combinadas en un escudo en 5 "cuarteles", el bachiller Amador López de Elduayen (el amigo y compañero en la Universidad de París en 1528-30 de Iñigo de Loyola y Francisco de Javier), en la capilla que se manda construir en la parroquia de Hernani. En la citada capilla se enfrentarán las armerías del bachiller y las de su segunda mujer, doña Bárbara de Anizqueta, ambas de traza renacentista