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viernes 29 marzo 2024



Bertan 11

Introducción

Abordar el tema de las "Torres Medievales" de Gipuzkoa nos sitúa en un contexto de referencias culturales de larga duración que es preciso delimitar con precisión.

Obviamente, Gipuzkoa cuenta en 1996 con un Patrimonio Cultural de Torres de origen medieval en una parte todavía importante no conocido y poco respetado y valorado. Por otro lado, las propias Torres son testimonios materiales de un tipo de cultura y de un "estilo de vida" que hoy ha desaparecido. Su presencia nos lo recuerda e, inmersas en un mundo completamente ajeno a su significado, son el elemento más importante para poder evocar una época mal conocida.

Toprre Legazpi (Zumárraga).
Torre Legazpi (Zumárraga). © José Luis Galiana

Muchas torres -la inmensa mayoría- sirven aún hoy día para el uso principal para el que fueron edificadas: son habitación y refugio de la familia. Pero las transformaciones estructurales a que la mayor parte de ellas se han visto sometidas, las alteraciones del entorno en el que se edificaron y, como es obvio, los usos que a lo largo de los siglos se les ha dado las alejan completamente del significado que cuando fueron edificadas tenían.

Las Torres se edifican con unos objetivos, por unos estamentos sociales y para unos fines que hoy en su inmensa mayoría carecen de significado para nosotros. Abandonadas en su mayoría para mediados o finales del siglo XVI por quienes les daban carácter y por aquellos para quienes la Torre era un símbolo respetado por la comunidad, para quien la torre representa un elemento de su paisaje social natural identificado con un conjunto de valores sociales, económicos y culturales específicos, las Torres no son hoy más que un vestigio difícil de comprender en toda su carga de significados para nosotros.

Solar de Ugarteko(Oyarzun)
Solar de Ugarteko(Oyarzun). © José Luis Galiana
Solar de Berástegi (Berástegi)
Solar de Berástegi (Berástegi). © José Luis Galiana

Dependiendo del contexto ambiental en que hoy se conserven, del mayor o menor impacto que el paso de los siglos ha ejercido sobre ellas y del cambio de usos a que la Torre haia sido sometida, la capacidad evocadora y el valor documental que la propia estructura refleja son muy variables. ¿Qué relación podemos establecer entre la inmensa mole de piedra de la Torre de los comerciantes Berriatúa del muelle de Mutriku, la de Zumeltzegi -de los Condes de Oñati- en Oñati, o la de los Solares de Parientes Mayores de Berastegi o de Loiola?. Todas ellas tan diferentes en sus elementos arquitectónicos, en su carácter militar o comercial, defensivo o simplemente de representación social, pero todas ellas también tan parecidas. Y todas ellas edificadas por los estamento dirigentes del Territorio de Gipuzkoa en torno a los siglos XIV a XVI.


Lili Dorrea, Urola bailarakoa
Lili Dorrea, Urola bailarakoa. © José Luis Galiana
Torre de Lilí (Cestona)
Torre de Lilí (Cestona) . © José Luis Galiana

Referirnos a las Torres de Gipuzkoa, en fin, nos obliga a desechar tópicos y a movernos en las arenas movedizas de hipótesis, comparaciones con sociedades similares; a espigar datos desperdigados en múltiples fondos de archivo, a poner en relación a personajes y personajillos, a señores de la guerra (como aquel Juan de Amézqueta zalduna-el caballero, que llevó a sus huestes de guipuzcoanos hasta Francia e Inglaterra a finales del XIV desde su Solar originario de Amezketa y su Torre de Leaburu) y a hombres de letras (como el bachiller azcoitiano Juan Martínez de Olano, famoso por su enfrentamiento a los linajes de Parientes Mayores y concretamente a los Licona, señores de Balda, y a los Olaso, que le costó, en 1473 y casi ya octogenario, un secuestro con pago de rescate y una serie de peripecias sin cuento) con comerciantes y armadores (como los citados Berriatúa de Mutriku o los Lilí de la Torre de su nombre en Zestoa, que comercian en Italia o Flandes), con eclesiásticos y notarios. La nómina puede ser muy extensa y completa.


Mujer de Hondarribi
Mujer de Hondarribi. © Archivos de la Fundación Social y Cltural kutxa. Vascos y trajes. Tomo 1. María Elena de ARizmendi Amiel.

La Torre será, y lo vamos a ver en seguida, un elemento con tanta fuerza en el paisaje urbano y rural de Gipuzkoa que dará incluso nombre a sus habitantes. Rara es la villa costera, desde Hondarribia hasta Ondarroa, que no cuente con un linaje denominado "La Torre"; en algunos casos, como en el donostiarra, que utilizando ambos como apellido de manera indistinta, compaginen además la doble denominación de Oyanguren-La Torre en alusión inequívoca a su doble pertenencia a un linaje, el de Oyanguren, y a un estamento, el de propietario de Torres y, en este caso, "de la Torre", la del muelle, apoyada sobre una de las puertas de la muralla y sobre la parroquia de Santa María. Símbolo de prestigio y de poder muy concreto y palpable, en su mole de piedra.

Las Torres comienzan, sin embargo, a estar de moda. Su, en muchas ocasiones, imponente carácter evocador es el mejor vehículo para comprender que encierran un tesoro cultural de valor incalculable y aún por descubrir. Para entender que encierran entre sus muros gran parte de nuestra historia. Se trate de Torres que conservan todavía su primitivo carácter e incluso gran parte de su empaque e incluso solemnidad, señales de su anterior prestigio, o se trate de restos que el uso diverso y el maltrato de siglos han convertido en pequeños vestigios de pasados esplendores que nos es preciso revivir y revalorizar, nuestras Torres no nos son, no nos pueden ser, indiferentes.

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