Araotz será uno de los pueblos más ignorados de esta Gipuzkoa nuestra. Perdido en el macizo de Aizkorri, para llegar hasta esa barriada de Oñati hay que internarse por el desfiladero de Jaturabe. A los pocos cientos de metros de seguir una estrecha carretera, en la base de Andarto, veremos dispersarse los caseríos de Araotz.
La ruta de asfalto nos dejará en una plazoleta que se extiende irregular ante la vieja venta. Arriba, sobre una colina, se encuentra la iglesia parroquial de San Miguel. El templo nos recuerda aquellos tiempos en que los vascos enriquecidos en América hicieron transformar templos y viviendas al gusto de la época, pasando a ser casas-solariegas muchos de los hasta entonces humildes caseríos de la montaña.
Las primeras noticias de la parroquia de San Miguel de Araotz son de finales del siglo XV. Ignacio Zumalde, en su "Historia de Oñate", indica que esa iglesia es una reproducción a tamaño reducido del templo de San Miguel, de Oñati. En el siglo XVI se reformó y se hizo mayor esa parroquia de Araotz, y a mediados del siglo siguiente se elevó el altar y se arregló el ábside. En 1727 hacían el retablo actual. El suelo es de losa hasta el crucero, y a partir de ese punto comienzan las "sepulturas".
Fue aquí, en Araotz, donde en el siglo XVI nació Lope de Aguirre, el más discutido de los conquistadores de América. El hombre que se hizo llamar "Ira de Dios", "Príncipe de la Libertad", "Fuerte Caudillo de los Invencibles Marañones", "El Peregrino". Sólo le faltó saber que los vencidos nunca tienen razón. Su fabuloso viaje a través del Amazonas, su vida entera, estuvo marcada como si se tratara de un personaje de una tragedia shakesperiana. Su vida de domador de potros en Sevilla. Su "Valer más". Su lucha hasta el final, con la muerte de su hija. Su alucinante travesía llena de conspiraciones, traiciones, muertes, luchas y asesinatos, y todo ello en medio de una naturaleza inhóspita hasta lo inimaginable, nos llena de asombro. Finalmente, sus cartas a Felipe II, mantenimiendo la rebelión hasta las últimas consecuencias, incluso con una clara intención de independencia, hacen de este personaje el centro de las investigaciones de numerosos historiadores y escritores modernos.
Para completar la imagen de este oscuro personaje, bien merece la pena reproducir las palabras de Elías Amézaga en su "Lope de Aguirre descuartizado": "Lope de Aguirre, Ira de Dios, Fuerte Caudillo de los Invencibles Marañones, salve. Yo te saludo. Y conmigo los aquí reunidos para celebrar tu efemérides. Loor a ti, bravo Marañón en esta fecha histórica. Recordación emocionada junto a tu cuna. Te evocamos en el viento, en lo impalpable, en esos horizontes sin caminos que fueron tu tumba, conjurándote a que te nos aparezcas y nos oigas...".
San Elías, Sandaili en el lenguaje popular, guarda entre sus paredes restos de la antigua religión naturalista, con la idea del poder fertilizante de las aguas, remedio para las mujeres estériles con sólo mojar la cabeza o bañar los pies en el manantial que brota de la peña, y cuyas aguas se recogen en una aska. Las mujeres acudían (y dicen que todavía acuden) en cualquier día del año, y después de las abluciones van a la ermita, poniendo en una mano del Santo alguna ropita de niño.
En Sandaili se libró una famosa escaramuza en las "Guerras de Banderizos". De aquel encuentro quedó una canción que recuerda los tristemente famosos enfrentamientos de Bandos. La letra dice así: "Sendailiac ateac ditu zirarrez, nola zirarrez da ala zendalez" (La cueva de San Elías tiene las puertas de plata, así de plata como de cedal). Estas líneas tomadas del libro "Textos arcaicos vascos", de Luis Michelena, hacen referencia a la historia en la que los banderizos sitiados en la cueva pudieron escapar sin que se dieran cuenta sus sitiadores, en el momento preciso en que éstos estaban seguros de su triunfo.
De todos modos los relatos de Sandaili se van borrando, y pronto sólo quedará el mito de Lope de Aguirre. Y su alma, errante como la de Garibay, regresará a descansar a su valle envuelta en el gris de la llovizna.