No había amanecido. Doblamos Galeasenua. El sol, rojizo, comenzó a asomarse lentamente sobre un horizonte grisáceo. Poco a poco el cielo fue tornándose violeta, y durante largo rato navegamos siguiendo el camino oro y plata que el gran astro nos marcaba en un mar de larga ola. En la lejanía Getaria se dibujaba oscura. Yo la miraba un tanto absorto y pensativo. Era quizá la llamada ya para siempre indescifrable de mi pasado. Eran tal vez destellos de borrosos recuerdos de mi niñez. De historias oídas en casa. Una parte importante de mi sangre es de Getaria. Es por eso por lo que Getaria siempre que surge en el camino y en la memoria, tiene para mí una añoranza especial.
Pero Getaria guarda también una calzada que con el paso del tiempo se ha hecho mítica. Hablamos de la llamada "Calzada de la Costa", esa ruta empedrada de la que se dice fue construida por los romanos, y que marchaba desde el estuario del Bidasoa hasta la lejana Galicia. Todavía en un buen tramo se la puede seguir desde la villa de Zarautz hasta Getaria y Askizu. Construida en arenisca, alcanzando a veces más de dos metros de anchura, se abre camino entre las tierras de labor, los caseríos, y los viñedos donde se va dorando la uva de la que se fabricará el txakoli. Ese gran camino justamente tocaba Getaria, dejando a un lado la iglesia parroquial de San Salvador, ese formidable templo gótico en cuyo coro, en el siglo XIV, se fundó el actual territorio de Gipuzkoa, y en cuya pila bautismal se recogen motivos de la vida pesquera.
Desde Getaria, la calzada toma la ruta de la ermita de San Prudencio. Se trata de una iglesuela de portada románica muy sencilla, en cuyo interior se venera una imagen del santo titular, y una talla de Andra Mari. A esta figura de Santa María se la conoce por "Ama Birjiña Sokorrokuarri" (la Virgen del Socorro), y es una imagen gótica (siglos XIII-XIV) de cerca de metro y medio de altura. Hasta hace pocos años se guardaba a esta figura en un nicho, tras una cristalera, pero actualmente está situada junto al altar mayor. A mi juicio, la advocación de Virgen del Socorro es muy posterior a la época de la escultura. Los peregrinos qeu acuden a ella han ido gastando las piedras que se ven a sus pies, siguiendo la vieja costumbre de frotarlas con un pedrusco, para utilizar el polvillo que sale como remedio contra los males de cabeza. Son numerosas las personas que indican haberse curado de sus dolores por la intercesión de estas imágenes de San Prudencio y de Andra Mari. Por ello no tiene que extrañar que en el día de la fiesta, a finales de abril, lleguen cientos de peregrinos atraídos por la fama del lugar. Todavía no hace mucho tiempo, y en época de una gran crisis en la pesca de bajura, se marchó en rogativas hasta la ermita de San Prudencio, y al día siguiente las embarcaciones supieron de sus redes colmadas de pescado.
Al oeste de San Prudencio, en un alargado altozano, se ve la barriada de Askizu. El corazón de esa aldea es su iglesia de San Martín de Tours, una de las iglesias góticas rurales más interesantes de Gipuzkoa. Amenazando ruina tras muchos años de olvido, sufrió una reparación casi total, restauración que revaloró sus ventanales, su bóveda, y sus altares e imágenes. Los hombres que la cuidaron la hicieron volver a su primitiva belleza, ambientándola debidamente. Para ello picaron la piedra, conservaron la pila bautismal original, y se recuperó un formidable calvario y una talla de San Martín.
Al otro lado de la plaza abierta al mar, abierta a la "barra" de Zumaia, se localiza el caserío Venta. Esta casa nos dice que era de ahí de donde se seguía el camino y la calzada hacia el vado de Zumaia, lugar donde se encontraba la ermita de Santiago, y paraje que comprara el pintor Ignacio Zuloaga, y donde con el tiempo se instaló el museo que lleva su nombre. En la margen opuesta de la ría de Zumaia, en la casa Kresala, se encuentra el museo del escultor julio Beobide.
Desde Zarautz hasta Zumaia, hemos caminado por la mítica "Calzada de Getaria". Como hemos citado, su tramo más importante es el que queda entre la villa de Getaria y la ermita de San Prudencio.