La ornamentación
La madera
Partiendo de la constatacion de que la mayor parte de los caseríos guipuzcoanos son obras con grandes virtudes constructivas pero de una marcada sobriedad plastica y ornamental, incluso si se los compara con otros modelos de casa popular vasca, debe reconocerse, sin embargo, que la madera es el tipo de soporte que mas a menudo utilizaron para tallar adornos y motivos decorativos.
El periodo mas brillante de la carpinteria popular guipuzcoana fue el comprendido entre los siglos XVI y XVII, y en el se percibe que los artesanos locales, ademas de tener un repertorio de figuras propio, estaban perfectamente informados de los gustos y temas ornamentales mas difundidos en las regiones vecinas, desde el Sur de Francia hasta el Duero.
Las decadas centrales del siglo XVI conocieron un gran florecimiento de la talla en madera, del que los caseríos participaron activamente. En esta epoca la decoracion se concentra principalmente en los antepechos de las fachadas de tabla o entramado y en las mensulas y jabalcones del tejado. Se utilizaba un vasto repertorio de figuras geometricas labradas a azuela y formon, buscando el contraste de planos y marcando los efectos de claroscuro. Las formas mas habituales fueron los sogueados, mondaduras, cabezas de clavo, puntas de diamante, palmetas, maclas, estriados y ocasionalmente helices solares y rosetas biseladas; un repertorio, en suma, que tiene en el coro de La Antigua de Zumarraga su mas completa expresion.
En las casas de entramado, y sobre todo en las que tienen algún voladizo, tambien suele ser habitual durante la primera mitad del siglo XVI tallar una de las vigas horizontales con una franja de arquillos conopiales rehundidos, como los que se ven en Txulaene Goikoa de Oiartzun o en Aritzeta Erdi de Alkiza, haciendo uso de un tema de procedencia vascofrancesa.
Otros puntos de la casa que reciben una atencion especial por parte de los carpinteros renacentistas son las zapatas de los postes y las zancas de las escaleras. En ambos casos el recurso mas usual es el de dulcificar la arista viva de la madera con series de mondaduras.
La carpinteria popular guipuzcoana del siglo XVII se enfoca a resaltar otros puntos de interes. Su labor se concentra entonces en la talla de las cabezas de las correas del tejado, que se decoran con volutas vegetales, tanto mas carnosos cuanto mas se impone la estetica barroca. La voluta acostumbra a llevar tallado en la parte central un cordoncillo o una ristra de perlas, como se aprecia nitidamente en Otabardi de Asteasu. En esta epoca tambien son abundantes los barrotes de madera torneados con formas de vaso, frecuentes en las barandas de balcones y escaleras.
La figura humana esta muy escasamente representada, pero hay algunas interesantes excepciones, como las mascaras labradas en Arrillaga Haundi de Usurbil y en Zumitza de Alkiza.
La piedra
La ornamentacion en piedra estaba reservada a los caseríos mas ricos de Guipúzcoa y habitualmente se dosificaba en pequeñas cantidades. Cada epoca demostro tener sus preferencias muy bien definidas, casi siempre afines al lenguaje artistico del momento. Así, durante la primera mitad del siglo XVI los unicos adornos en los que el cantero podia demostrar su talento como tallista eran los medallones protectores –con el monograma de Cristo escrito en caracteres goticos- que se colocaban en la puerta principal, y en las molduras de enmarque de las ventanas, pudiendo considerarse la figura de las anclas perfiladas en el dintel de Makutso de Oiartzun como un caso de expresividad absolutamente excepcional.
En el siglo XVII el numero de piezas labradas aumenta ligeramente. Siguen cuidandose los enmarques de las ventanas mas nobles, ahora con molduras cajeadas de tipo clasicista, como las del caserio Elorrieta de Asteasu, y ademas se difunden mucho las tallas heraldicas con la aparicion de ostentosos escudos que a menudo llevan inscripciones indentificando las armas del apellido familiar y el año de construccion del edificio. En algunos casos, como en Iriarte Bekoa de Antzuola, aparecen airosas columnas de orden toscano ayudando a sostener el vuelo de la viga del soportal, pero su numero es casi insignificante en comparacion con lo que suele ser habitual en las comarcas orientales de Bizkaia.
En el siglo XVII siguen destacandose los blasones armeros como el elemento mas cuidado de la talla artistica en piedra, recargandose de guarnicion, mascarones y rocalla. En este periodo muchos de los caseríos mas nobles, como el imponente Azpikoetxe de Berastegi, adoptan la costumbre ya avanzada en el siglo anterior de recercar todas las ventanas de la fachada principal con molduras de placas lisas que forman unas caracteristicas orejetas en los vertices, claramente identificables con las sobria estetica del barroco norteño. Los caseríos del siglo XIX apenas tienen trabajos de ornamentacion realizados en piedra, salvo nuevos escudos de talla nitida y afilada, y algunas grandes placas que recuerdan la fecha de inauguracion del edificio y el nombre de su promotor, como ocurre en Orbe Haundi de Bergara.
El hierro
En una tierra que en buena parte ha logrado sobrevivir gracias a la forja y exportacion del hierro sorprende la poca cantidad de este metal que ha llegado a ser utilizado para la ornamentacion de los caseríos.
En el siglo XVI, cuando los vascos casi no tenian competidores en Europa en la produccion siderurgica, el unico elemento con cierto encanto decorativo realizado en hierro que podia encontrarse en las casas de labranza guipuzcoanas eran las pesadas puertas metalicas de los muros cortafuegos, que solian adornarse con gruesos anillos colgantes y algunas sencillas incisiones geometricas en el pasador.
En el siglo XVII los trabajos de forja salieron al exterior y se concentraron en los herrajes de las puertas: clavos con cabeza romboidal o en estrella, chapas de bocallave de perfil sinuoso y en algunos casos gruesos aldabones. Por otra parte, aunque tanto durante este siglo como el siguiente los guipuzcoanos lograron fama de habilisimos rejeros, sus productos raramente llegaron a los caseríos, ya que su elevado precio solo los hacia aptos para ser utilizados en iglesias y palacios. Cuando en las casas de labranza se encuentran rejas en las ventanas de la planta baja habitualmente son secillos barrotes de cuadradillo colocados en el siglo XIX, y solo en muy raras ocasiones se ven los atractivos perfiles conicos o con cogollos vegetales propios de epocas anteriores.
El panorama de los accesorios y adornos artisticos del caserio es discreto, como le corresponde a un edificio que a lo largo de la historia solo ha aspirado a hacer mas llevadera la dura vida de los hombres del campo. Sin embargo no es en el terreno facil de los ornamentos donde el caserio juega la partida de su belleza. La fascinacion que despierta nace al ver surgir su silueta entre la niebla, con su volumen rotundo y sus formas solidas, antiguas y perdurables. Allí esta el caserio: el anciano señor de los valles.