Vida y trabajo en el caserío
El espacio familiar
Aunque los caseríos son edificios de grandes dimensiones, con una media de 300 m2 de planta, el espacio que tradicionalmente se reservaba a la vida familiar era tan reducido que apenas llegaba a la quinta parte del volumen construido.
La zona de vivienda de la casa siempre estaba situada en la planta baja, y solo en los últimos ciento cincuenta años se ha comenzado a habilitar dormitorios en el piso superior. En los caseríos de una sola familia el área de residencia ocupaba la cara frontal o bien todo el flanco lateral que mira al valle, mientras que en los bifamiliares siempre se encuadraba en el frontis.
La vivienda se dividía en dos partes: la cocina, sukaldea, y las alcobas, logelak. La cocina, próxima a la entrada y habitualmente en el ángulo delantero del edificio, era el corazón del caserío y, sobre todo, el espacio de la palabra; era el lugar donde se reunia la familia y se recibia al visitante, donde a las noches se hilaba y donde por el dia se “rumiaban” todos los sucesos de la vida local. Era también donde se concertaban los matrimonios y donde se refugiaban los mas ancestrales ritos de la cultura popular vasca.
Durante los siglos XVI y XVII el fuego se encendía sobre una losa colocada en el centro de la estancia, encima de la cual pendía la cadena del llar. A lo largo del XVIII y XIX se generalizaron las chimeneas de fuego bajo con campana adosada al muro, y ya en el siglo que ahora termina se impusieron las chapas metálicas, o económicas, de fabricación industrial, que permiten ahorrar mucho combustible.
El mueble principal de la cocina era el zizaillu o izillu, un escaño corrido con caponeras bajo el asiento y con un alto respaldo en el que se sujetaba una mesa abatible. La vajilla, muy modesta, incluya piezas de ceramica rustica, de madera y a veces de estaño: ollas, jarras, herradas, pedarras, cuencos, tarros y platos.
En cada caserío había tres o cuatro camas, cada una con sus respectivas fundas dobles de lino, y nunca faltaban varias arcas talladas para guardar la ropa. Hasta mediados del siglo XIX la alcoba solia ser una estancia unica o a lo sumo estar dividida en dos cuartos diferentes. Cada vez son menos las casas en las que se conserva la antigua sala comun de dormitorio con su fila de celdillas empotradas, no mas grandes que la propia cama, aisladas por una simple cortina de lienzo. El concepto de intimidad ha cambiado mucho desde entonces.
El espacio del ganado
Mas aun que los cultivos, los animales domesticos, y en particular el ganado vacuno, se consideraban el simbolo de la riqueza de un caserío. Nada era mas preciado para los labradores guipuzcoanos que poseer una buena yunta de bueyes fuertes y lustrosos. Todavia en época reciente, cuando la traccion animal ya había quedado obsoleta y los bueyes por falta de habito se resistian a ser uncidos al yugo, eran muchos los baserritarras que se negaban en redondo a prescindir de sus hermosas bestias de tiro.
Para el ganado vacuno se reservaba mas de la mitad de la planta baja del edificio. Cada animal disponia de un pesebre en forma de cajon de madera, donde introducia el cuello para recoger su alimento, y en el suelo de tierra preparaba su cama con paja y helecho que mas tarde eran utilizados como abono. Hasta mediados del siglo XVIII dos de los pesebres se colocaban en la pared contigua a la cocina, con la que estaban comunicados a través de sendas ventanas correderas. Por este medio se podía vigilar en todo momento a las vacas parideras o a los bueyes mas valiosos, cuyas apacibles cabezotas entraban a formar parte habitual de la tertulia familiar.
A la cuadra se entra directamente desde el soportal, cuando este existe, pero casi siempre suele haber una puerta lateral o zaguera complementaria, que permite la ventilacion rapida y un transito mucho mas comodo de personas y animales. En la cuadra no hay ventanas, sino estrechos huecos de respiracion que parecen aspilleras. Tampoco hay tabiques intermedios, aunque a algunos animales, como el cerdo, se les cria separados en un rincon. Antiguamente, cuando la cabaña porcina era mucho mas abundante, era comun tenerlos sueltos en las proximidades de la casa o juntar las piaras en los bosques de roble y encina comunales.
Algunos caseríos de las zonas montañosas de Guipúzcoa al este del rio Oria solian ser propietarios de bordas situadas en las proximidades de los pastos de altura. Estas bordas son pequeños establos donde se guardan ovejas y vacas, asi como una provision de paja y helecho. Su numero se ha ido reduciendo con el tiempo, pero en el pasado fueron muy frecuentes. Las mas proximas al valle o a centros habitados se transformaron en viviendas durante la desordenada expansion de los siglos XVIII y XIX, y las menos accesibles se fueron abandonando.
El espacio de almacenaje
Cada uno de los productos que cosechaba el labrador guipuzcoano tenia reservada una ubicación precisa dentro de la arquitectura del caserio. Todo el piso superior estaba dedicado al almacenaje y en muchos casos tambien una planta de semisotano situada bajo el nivel de la vivienda.
Sobre la cuadra se situaba el pajar, mandio, en el que se apilaba la hierba, heno y paja para el ganado. A traves de una trampilla abierta en el suelo de tablas resultaba muy comodo hacer caer con una horca la cantidad necesaria en cada momento. Desde el siglo XIX, y alli donde la pendiente del terreno lo consentia, se ha procurado añadir una rampa exterior al caserio del pajar. Antes el heno se lanzaba con esfuerzo a traves de una puerta elevada.
En la parte delantera del piso superior se encuentra el camarote, sabai, bien delimitado con mamparos de tabla o paredes de mamposteria, y a veces con un pequeño balcon sobre la fachada sin cerrar. Su funcion es multiple y ha ido variando a traves de la historia. En origen fue el lugar donde algunos labradores del siglo XVI guardaban los trojes de trigo y las manzanas o frutos que pretendian conservar a lo largo del año. Con la aparicion del maiz a principios del siglo XVII se convirtió en el espacio mas idoneo para curar las mazorcas y evitar que el grano fermentase, extendiendolas sobre el suelo seco y avivando la ventilacion. En el siglo XIX fue necesario ampliarlo para dejar un hueco a la alubia y la patata, que tambien reclamaban una superficie seca y aireada. Ha cubierto tambien las funciones de palomar, tendedero de ropa y desvan de trastos viejos, y de ciento cincuenta años a esta parte son muchos los que lo estan utilizando parcialmente para ampliar el escaso numero de dormitorios de que suelen disponer los caseríos viejos.
Los grandes arcones de tablas en los que se depositaba el trigo tambien encontraron acomodo en los horreos y las bodegas. Los graneros elevados llamados horreos, garaixe, ya acompañaban a los caseríos vascos en el siglo XIV, pero como todas las construcciones rurales medievales sufrieron un drastico cambio a principios del siglo XVI. Su vida fue muy breve, pues dejaron de construirse al despertar el siglo XVII, y en Guipúzcoa no debieron estar bien implantados fuera de los valles occidentales, a pesar de que el ejemplar de Agarre, recientemente restaurado, es uno de los mas impresionantes que se conservan en toda la Peninsula.
La bodega, upategi o iputeixa, es uno de los espacios de almacenaje que mas singularizan a algunos modelos de caserio guipuzcoano respecto a las demas variedades de la casa rural vasca. Se construyeron durante los siglos XVI y XVII, buscando terrenos de pendiente acusada y encajandolas bajo el flanco del edificio que estaba mas proximo al valle. Son estancias con techo de madera y suelo de tierra, que disponen de entrada propia desde el exterior y se ventilan a traves de dos ventanas muy largas y estrechas. En ellas se alineaban antaño las aromaticas barricas de sidra, que nunca faltaban en ninguna casa de Guipúzcoa, y tambien quedaba algún sitio libre para los trojes. En la actualidad han perdido su noble uso primitivo y a cambio se utilizan como estercolero o cuadra secundaria para ovejas, conejos y gallinas.
El espacio del trabajo
El caserio guipuzcoano tradicional era una herramienta y un escenario permanente de trabajo. En un solo edificio, cerrado y compacto, se criaba el ganado y se almacenaban las cosechas; y ademas se producian una gran variedad de objetos de uso domestico que satisfacian algunas de las necesidades basicas de la familia. Muchas de estas labores artesanales que en el se ejecutaban, como la cesteria, el tejido, la talla o la carpinteria, no requerian de un espacio especifico, sino que se realizaban comodamente en la cocina o a la sombra del espacioso portalon.
Sin embargo el caserio disponia tambien de algunos espacios particulares diseñados expresamente para realizar un trabajo, una tarea de tipo mecanico relacionada con el ciclo agricola; eran espacios y estructuras que condicionaron toda la arquitectura del caserio de ciertas epocas y que estaban vinculados a la elaboracion de un producto concreto. Los mas importantes fueron el lagar y la hera.
En los caseríos del siglo XVI y la primera mitad del XVII el lagar, tolare, era una gigantesca maquina de madera que ocupaba todo el eje longitudinal de la granja en sus dos plantas. Estos artefactos, dedicados a la elaboracion de sidra, se basaban en los principios de las primitivas prensas romanas y estaban formados por una gruesa viga horizontal de hasta doce metros de largo que se hacia descender hasta apisonar la masa de manzanas colocada bajo ella, mediante un enorme tornillo de madera. ningún lagar se ha conservado entero pero los postes que regulaban el mecanismo siguen en pie sosteniendo varias decenas de los caseríos mas antiguos de Guipúzcoa.
- Husillo o eje
- Camarote
- Viga
- Dobe cumbrera
- Bernias
- Pajar
- Pulpa de manzana
- Masera
- Tina
- Cuadra
- Pesa
- Cocina
- Puerta contra incendios
- Alcobas
- Bodega
- Medianil cortafuegos
Los lagares que se inventaron a fines del siglo XVII todavia siguieron siendo de madera, pero eran mucho mas pequeños y tenian varios tornillos de presion directa. Mas tarde, a principios del siglo XIX, comenzaron a difundirse las pequeñas prensas desarmables con husillo de hierro central y mecanismo automatico, que son las que hoy abundan en buena parte de las granjas locales.
Del mismo modo que las manzanas, el trigo –que ha estado vinculado a la historia del caserio vasco durante mas de medio milenio- tambien provoco la creacion de espacios apropiados para su elaboracion antes de ser almacenado. Los labradores guipuzcoanos de epocas pasadas no utilizaban trillos para separar la espiga del grano, sino que se servian de mayales o golpeaban las gavillas directamente contra unas piedras dispuestas en el suelo. El deseo de poder realizar esta delicada operación a cubierto de la intemperie fue el origen de la construccion de grandes soportales enlosados, atai o aterpe, dispuestos en toda la anchura de la casa. Los mas primitivos eran porticos con postes de madera pero a mediados del siglo XVII comenzaron a propagarse desde el Alto Deba unas elegantes estructuras con cuatro y cinco arcos de silleria que fueron imitadas con éxito por los caseríos mas notales de su entorno. A muchos edificios de calidad que, por haber sido construidos durante el siglo anterior, carecian de estas nuevas heras de trilla cubiertas, se les añadio este cuerpo en la fachada delantera, pues ademas de ser util daba prestigio y nobleza a la imagen de la casa solar. Hoy se valora mas este aspecto emblematico que la funcion primitiva que le dio origen