Los tipos de caserío
Una de las caracteristicas mas sorprendentes de la arquitectura rural guipuzcoana es la extraordinaria variedad de tipos de caserio que existen en un pequeño territorio de tan solo 1.977 km2. Las explicaciones a la espectacular riqueza de formas vernaculas son multiples: por una parte la fragmentacion natural de la geografia de Guipúzcoa, compartimentada en valles mal comunicados entre si, habria posibilitado el desarrollo de algunas tradiciones constructivas muy localistas; por otra, la estratificacion economica de los labradores seria la causa de la difusion de diferentes modelos de vivienda ajustados a la personalidad especifica de cada uno de los grupos sociales. Tambien los factores de tipo natural han debido de ejercer una gran influencia, en especial la mayor disponibilidad de un determinado material constructivo –madera o piedra- en relacion a los demas.
Sin embargo la razon que mejor explica la gran diversidad de caseríos existentes –aun en areas muy proximas y sin marcadas diferencias sociales o ecologicas- es que, a pesar del carácter de conservadurismo repetitivo que generalmente se suele atribuir a la arquitectura popular, el caserio vasco ha demostrado ser siempre muy receptivo a los cambios historicos, tanto en lo que se refiere a la incorporacion de nuevas tecnicas constructivas, como a la rapida asimilacion de las modas artisticas. Para entender la gran variedad de cambios que ha provocado esta receptividad cultural hay que saber que practicamente todos los caseríos que hoy estan en pie fueron edificados en un plazo de cuatrocientos años, de 1500 a 1900, y que cada generacion tenia un modo de hacer ligeramente distinto al de sus antepasados y descendientes.
Cada tecnica y cada forma tienen su propio tiempo de vigencia historica y un ritmo diferente de asimilacion, transformacion y decadencia. Conociendolos se pueden ordenar los diversos tipos de caseríos en grandes familias y ubicarlos en una epoca especifica, superando en algo la habitual indefinicion y ambigüedad cronologica en la que se mueve la interpretacion de las creaciones populares.
Aun asi es dificil hacer una sintesis de todas las especies de caseríos existentes. La variedad es tan amplia que lo que aquí se puede recoger solo alcanza a ser una breve galeria de fachadas de algunos de los tipos mas nitidos y representativos, pero es obvio que la realidad de los mas de once mil caseríos de Guipúzcoa es mucho mas rica y depara multitud de sugestivas singularidades.
Los caseríos renacentistas de piedra
Algunos de los primeros caseríos conocidos de Guipúzcoa tienen sus cuatro fachadas construidas en piedra. Presentan un aspecto hosco y hermetico, y a veces se les ha confundido con antiguas torres que hubieran perdido los pisos superiores. Sin embargo, las amplias dimensiones de la planta y la total ausencia de elementos defensivos –entre otros muchos detalles- prueban que fueron autenticas casas de labranza.
Estos caseríos, de los que Legarre, en Altzo, constituye un magnifico ejemplo, no tienen soportal ni ningún otro espacio cubierto que sirva de transicion entre la vivienda y el campo exterior, lo cual constituye un hecho bastante frecuente en Guipúzcoa pero poco habitual en el resto de la cornisa cantabrica. La entrada a la casa se efectua a traves de una puerta con arco de silleria abierta en un lateral de la fachada. Dicho arco suele ser todavia de silueta gotica en los primeros años del siglo XVI, pero luego se transforma en una elegante rosca semicircular durante el resto de la centuria.
Un segundo arco, de mayor tamaño, da acceso a al cuadra, de forma que el espacio de la familia y el espacio del ganado quedan clara e higienicamente delimitados desde el exterior.
Los ejemplares mas primitivos, como el propio Legarre, apenas tenian ventanas y todas las que hoy lucen han sido abiertas mucho mas tarde. Sin embargo este aire de maciza fortaleza, muy nitido aun en casos como Etxezabal de Astigarribia (Mutriku), desaparecio rapidamente y hacia 1525 ya proliferaban las casas con numerosos huecos de luz y ventilacion, que casi siempre adoptaban la forma de ventanas dobles o germinadas, con asientos de piedra empotrados en el interior del muro. La galeria de ventanales del rico caserio Makutso, en Oiartzun, simboliza muy bien aquel deseo de abrirse al sol y la naturaleza que caracterizo a la arquitectura renacentista, por contraste con el tenebrismo medieval. Ademas, sus dinteles tallados con grandes anclas navales nos trasladan al espiritu de la epoca, evocando la memoria de un hombre que quiso ser recordado entre sus vecinos por su vinculacion a la mar.
caseríos de piedra y sin soportal se han seguido construyendo a lo largo de toda la historia, aunque las puertas con arco dejaron de utilizarse a principios del siglo XVII. Sin embargo en muchos casos se les añadieron tardiamente grandes porticos enlosados, como puede comprobarse en Albizua y Agarre de Bergara, lo que demuestra que el modelo de casa totalmente cerrada no llego a satisfacer plenamente las necesidades de los labradores guipuzcoanos.
Los caseríos de entramado
Los edificios con fachada de estructura entramada a la vista constituyen una de las familias mas prolificas del conjunto de los caseríos guipuzcoanos. Comenzaron a construirse muy pronto, a principios del siglo XVI, y posteriormente, aunque han conocido variaciones tecnicas sustanciales, han seguido desarrolandose hasta el siglo XIX.
La base comun de todos ellos es la de lograr ensamblar una red de viguetas de madera de distintas dimensiones, que se sostengan por si mismas en un plano vertical. Los huecos de dicha red se rellenan posteriormente con mamposteria enlucida con argamasa y cal, o bien con ladrillo, que por su hermoso color y elevado precio se acostumbraba a dejar a la vista del espectador. La relativa ligereza y solidez de este tipo de estructuras permite a la casa ganar mayor altura y crear voladizos, aunque en el campo guipuzcoano estos fueron menos frecuentes de lo que se ha solido pensar.
El tipo de ensamblaje utilizado y la ordenacion de las maderas de la trama son los que permiten distinguir la edad de las distintas estructuras. En los ejemplos de caseríos de entramado mas antiguos, como pueden serlo Agerre (Irura) y Aritzeta Erdi (Alkiza), las viguetas componen figuras de cuadrilateros o rectangulos muy altos y regulares, cuajados con mamposteria. Apenas existen tornapuntas o piezas oblicuas, pero cuando aparecen se unen a los demas elementos con ensamblajes de perfil mixtilineo.
Los entramados rellenos de ladrillo no parecen ser comunes antes de mediados del siglo XVI, fuera de edificios de cierta nobleza, como la casa de Legazpi en Zumarraga. Sin embargo cuando se popularizan en el mundo de los caseríos guipuzcoanos consiguen arraigar con una vitalidad desconocida en otros territorios vascos. Logran una gran aceptacion en toda la cuenca del Oria, pero en contrapartida el ladrillo es practicamente desconocido en la arquitectura popular del Deba. Muchos de los artesanos tejeros que lo producian eran trabajadores estacionales que venian del norte de los Pirineos y tal vez por esta razon es mas facil de encontrar en zonas proximas a la frontera. A favor de esta hipotesis jugaria su abundancia en el entorno de Donostia, con bellos ejemplos como Urruzmendi en Usurbil, y Aliri o las otras casas de Zubieta. En cualquier caso, se constata que su empleo deja de ser usual a mediados del siglo XVIII. Su edad de oro había sido el siglo XVII, que es cuando se construyeron caseríos tan racionales y armoniosos como Ierobi Haundi de Oiartzun y cuando se rehicieron otros mas rudos, como Aranburu Zahar en Aia.
El entramado relleno de mamposteria estuvo mucho mas extendido, tanto en el espacio como en el tiempo. Se aplico por igual a grandes caseríos sin soportal, como Etxeaundi, en Lizartza, que a caserones porticados como Etxeberri de Altzo. Se introdujeron un mayor numero de viguetas oblicuas ligando los postes verticales de la trama, pero nunca se recurrio a la utilizacion de piezas curvas, que eran muy frecuentes en otras regiones de Europa. Solamente a mediados del siglo XVII se puso de moda el empleo de una gruesa horquilla de arbol invertida, colocada en el vertice superior de la fachada para sostener la cumbrera del tejado como aun se puede ver en lugares como Ateaga (Anoeta). En Elkeita (Asteasu), sin embargo, estan bajo las correas de la armadura.
Los caseríos de madera
Los caseríos que conservan una buena parte de su fachada principal cerrada con madera soportan la leyenda de ser los mas antiguos de Guipúzcoa. En realidad son solo una variedad barata y muy vistosa de la arquitectura entramada, en la que la red de viguetas se ha forrado externamente con un mamparo de tablas verticales machihembradas o clavadas.
Su periodo de vigencia historica fue el siglo XVI y la primera mitad del XVII, y su ambito de aplicación los caseríos que deseaban disponer de soportal y necesitaban un material ligero que no cargase la viga maestra del mismo. La planta baja se fabricaba siempre en piedra, pero ello no excluia que el esqueleto o la estructura portante fuese de gruesos postes de roble, como todavia puede verse, entre otros muchos, en Urbizu Bekoetxe de Idiazabal.
En la mayor parte de los caseríos guipuzcoanos antiguos con fachada de tablas, estas aparecen solo en el tramo central del frontis, como en Izar Haundi de Zumarraga, siendo mucho menos frecuentes los casos en los que se extienden a todo lo ancho del edificio. En Gaztelu, en Bergara, donde esto ocurria desde 1530, han sido eliminadas tras una obra reciente. Lo cierto es que este tipo de estructuras son muy fragiles y ademas dificiles de aislar del frio y la humedad, lo que hace bastante problemático su mantenimiento en la actualidad. Hoy la madera solo se conserva, y se repone, con relativa frecuencia en la parte alta del camarote, como en el cinco veces centenario Lazpiur de Bergara, donde sirve para facilitar la ventilacion del pajar.
Un genero especificamente guipuzcoano de los caseríos de madera lo constituyen ciertos edificios a los que a principios del siglo XVII se les añadio un cuerpo adosado a la fachada delantera, con una amplisima hera porticada en la planta baja y sobre ella un desahogado granero con paredes de tabla, montado sobre una banda de postes. El ejemplo mejor conservado es sin duda Igartubeitia de Ezkio-Itsaso, pero aun sobreviven algunos de sus otros congeneres, como Arandi, en Ormaiztegui, que fue casa natal del general carlista Tomas de Zumalacarregui, o Izarre Haundi en Gabiria, y Aginaga en Azkoitia. Parecen muy arcaicos, pero en realidad corresponden a un estado evolucionado de la vivienda vasca, aunque realizado con medios pobres.
Los caseríos con soportal de arcos
En lo que concierne a calidad constructiva y de diseño arquitectonico, los caseríos con soportal definido por grandes arcos de piedra labrada se encuentran en el punto de evolucion historica mas alto de la casa popular guipuzcoana. Su solidez, condiciones de habitabilidad y elegante aspecto tienen muy pocos competidores de su misma estatura en el panorama de la arquitectura rural europea.
Su difusion esta ligada al gran desarrollo que conocio el oficio de la canteria norteña en los tiempos del Barroco. Nacieron a mediados del siglo XVII y se implantaron con éxito entre los labradores mas acomodados, que miraban con confianza los tiempos a causa de la beneficiosa aclimatacion del maiz.
El area en la que aparecen en mayor numero coincide con el cuadrante sudoccidental de Guipúzcoa. Hay caseríos de uno, dos y hasta cinco grandes arcos abiertos en la base de la fachada. Sin embargo, asi como los de una y dos roscas de piedra son comunes en la zona este de Bizkaia, en el vale alaves de Aramaiona y en todo el noroeste de Navarra, los que tienen tres o mas constituyen una variedad de casa rural vasca unica y exclusiva del territorio guipuzcoano.
Estos ultimos son los de imagen mas señorial. A menudo se trata de gigantescas granjas de tres y cuatro pisos, como Lardamuño, en Zizurkil, con mas de 500 m2 de planta acogidos bajo un enorme manto de tejas. Lamentablemente esta imagen queda mutilada en muchos casos, porque con el abandono de las funciones agricolas del portico se extendio la costumbre de tapiar algunos de los arcos para ampliar la cocina y otras dependencias. Así ha ocurrido en casas de tanto abolengo como Laskibar de Irura, Eduhegi de Bergara y Madalena de Segura.
Uno de los avances mas importantes que se notaron al comenzar a proliferar los caseríos con arcos y muros de carga fue que el edificio podia crecer en altura sin poner en peligro su estabilidad. Este hecho permitio que a mediados del siglo XVIII se empezase a ocupar el piso superior con funciones de vivienda, aumentando el numero de alcobas e introduciendo un espacio mas noble que se utilizaba como salon para recibir a los invitados en las ceremonias familiares, como bodas, bautizos y velatorios. El aumento de un piso se nota bien en los ejemplares mas evolucionados, como Gurrutxaga de Zumarraga y Lapatza de Antzuola, pero es todavia inexistente en la generacion de los precursores, como Irazabal Etxeberri de Bergara.
Los caseríos sin soportal
La ultima generacion de caseríos guipuzcoanos, la del siglo XIX, renuncio al uso de los soportales, tanto a los que estaban construidos con arcos como a los que se hacian con un gran dintel de madera. Era, en parte, una apuesta por mantener un estilo de vida mas reservado y discreto, encerrado en el grupo familiar, pero tambien una respuesta a la necesidad de racionalizar la arquitectura domestica.
En la practica parecia significar el triunfo de la tipologia de caserio mas arcaica, la de la casa de piedra de tradicion gotico-renacentista, pero había algunas diferencias importantes, fruto de mas de tres siglos de evolucion. En principio, al hacer una comparacion superficial, resultaba que las granjas modernas estaban edificadas con peores materiales, ya que carecian de las grandes vigas de roble y de los arcos de silleria de las casas del siglo XVI; pero en contrapartida resultaban mas comodas de habitar: tenian amplias ventanas y numerosas entradas de luz natural, estaban mejor aisladas, disponian de dormitorios dignos e independientes, poseian cocinas con chimeneas funcionales y resultaban mas adecuadas para el trabajo con la cosecha y los animales.
Los primeros ejemplares, como Igor Txiki de Ernialde, aun ofrecen el sabor rustico de la piedra labrada por canteros tradicionales, que destaca sobre el blanco de la cal en series de ventanas iguales y bien ordenadas, siguiendo el criterio de racionalidad que se imponia a todas las construcciones de la epoca del Neoclasicismo. En los edificios mas tardios solo se pueden ver grandes caserones, como Arane Goikoa de Eskoriatza, en los que el orden de puertas y ventanas se mantiene de manera rigida y monotona, pero estas tienen pobres dinteles de madera o ladrillo enlucido.
Hoy puede considerarse que este es el tipo de caserio mas difundido en Guipúzcoa, aunque en muchos casos, detrás del maquillaje de una fachada de apariencia moderna, se esconde la compleja estructura de un edificio centenario que, a su manera, ha tratado de adaptarse al ritmo de los tiempos.